Nikolay Rodríguez


Conversaciones de cama

Nadie te había tocado de esa manera. Lo sé.

Y no hablo del cuerpo

el sexo solo fue el puente,

para llegar a tus lágrimas.

El truco para sembrar

la duda a lo desconocido. ¿Recuerdas los versos que te leí? Sé que te hicieron temblar

que entre el miedo y la curiosidad pensaste que habías conocido a Dios al que tanto le preguntabas,

pero nunca te respondía.


Cosas que pasan en el transporte público

No tendrás mucho tiempo

si acaso una sonrisa

para encontrarte con un amor pasajero. Mirarás labios que gritan en silencio

el deseo que anida en el cuerpo

verás como se muerde los labios

ahogando las palabras,

cómo los moja con su lengua

en señal de añoranza.

El Transmilenio sobrepasa su cupo

de pronto unas manos comienzan a rozarse con timidez,

un gesto disimulado

una parada

 un hasta luego

un desconocido se hace necesidad.


Cosas de casa

En casa solo se hablaba

de que los hombres podían amar a las mujeres y las mujeres a los hombres.

¿Y qué podía hacer yo entonces?

Si en los pasillos del colegio

sólo rondaba ese aroma a sudor

que queda luego de un partido de fútbol

y el ruido de una estampida de hombres dándose golpes a la hora del descanso

para demostrar quién era el más fuerte.

¿Qué podía hacer yo?

Si nunca me gustó correr tras un balón. Prefería contemplar

las piernas velludas y gruesas

que las pantalonetas del uniforme

dejaban admirar.

Mi voz era gruesa

pero mi voluntad muy delgada

debía sentirme

“macho" entre "machos".

La hombría no se mide

por cuántas mujeres besas

o haces tus novias,

para presentar en estas familiares.

 La verdadera hombría es mostrarte sereno frente al temblor que surge

cuando estás cerca a otro igual a ti

y su rudeza despierta tu líbido.

Hombría es saber contenerte para no decir: “hola mi vida”

y conformarte con un:

“hola parce”

o decirle marica al que se arriesga, cuando el marica eres tú mostrarte tan heteronormativo en un entorno tan homoafectivo. Hombría

fue permanecer erguido

frente a la inquisición de un padre

que miraba a su hijo macho

mientras él miraba a los machos,

como sus hombres.

Esos que se acarician

se besan

se sienten

los que hablan de amor,

ese mismo amor que guarda el libro sacro que se enseña en casa.

¿Qué sentido tiene que una energía llamada masculina, te ame por haberte creado, y tú no puedas amar su creación?


Temblor de adolescencia

Sabor a fruta fresca

bálsamo de pino en los vellos.

Besar los lunares en su abdomen

beber de sus labios la angustia

sentir un relámpago que atraviesa cada jadeo, estallando en su erguida bandera de la libertad.


 Sacudir el polvo a los recuerdos

Basta cerrar los ojos

para hacerle juego al recuerdo.

Entre la niebla emergen los fantasmas

de quiénes partieron en busca de otros futuros. El olvido

se vuelve ese lugar incierto

viaje de difícil retorno

delgada línea,

que despide la juventud.

Cercana certeza de encontrarnos

con el desamparo de los años

boxers por el suelo

perfumes masculinos

impregnados en la piel.

Los sueños nos develan añoranzas.


Algo no se escucha en el cuarto de al lado

Dios, te escribo para recordarte que antes de ti y tu hijo,

otros ya sabían lo que era amarse los unos a los otros.

Sin cadenas

 salmos

ni alabanzas.

Se juraron amor

tenían sexo en las noches.

Dime, ¿por qué no respetas mi intimidad? ¿Por qué te quedas viendo como mi carne,

se rasga entre placer y dolor?

¿Qué dirían tus seguidores si supieran

que cuando me deleito entre gemidos

haces que llueva con tanta fuerza

que mi padre no alcanza a escuchar,

las plegarias que lanzo a un hombre y no a ti? Hombre de quién si aprendí

sobre la revolución altruista

de la que tanto hablas.


En el recuerdo se fecundan las falanges

Aquella noche decidió devolver el tiempo llevaba días pensando en lo que había pasado de unas buenas noches y un abrazo,

a la estrechez de la cama

y el alcohol etílico calentando los cuerpos semidesnudos.

Las luces apagadas

las manos resbalando entre las cobijas

sus falos atentos como faros

dando la vía al barco que cargaba sus deseos. Abre los ojos

las sábanas aún huelen a sexo

la virilidad de los años se muestra

en señal de añoranza.

Una mano lo acaricia indulgente

el volcán estalla irrumpiendo en la noche semen fecundando falanges

 un hombre es poseído por un fantasma un cuerpo muere

y resucita en el recuerdo.


Nikolay Rodríguez. Bogotá, mayo de 1993. Estudiante de Creación Literaria de la Universidad Central y de la Escuela de Literatura de Funza; cursó los talleres locales de Escrituras Creativas del año 2018-2019 en Bogotá dictados por IDARTES y Promoción de Lectura Fundalectura en 2019. Textos suyos han sido publicados en Veinte Voces Emergentes en 2023 (antología de poesía) y en Cartografías del silencio 2022 (antología de poesía de la Escuela de Literatura de Funza) Es cofundador del colectivo literario Quimera Azul. Capoeirista desde el 2006, actualmente es coordinador de la sede en Colombia del Centro Cultural Axe Dende Capoeira, bajo la supervisión de su maestro que vive en Paracatu-minas Gerais- Brasil. El fuego que somos es su primer poemario publicado con la editorial Piedra de Toque año 2023. Le gusta leer a Molano para salvarse del hastío, le grita a sus silencios y le da voz a quienes no tuvieron, en sus poemas transita las calles, las escuelas, atrapa las miradas y eso que no se dice pero se siente cuando el miedo surge, dialoga con esos que fue como un mecanismo contra el olvido.


Colaboradora: Luisa Villa Meriño

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