VIOLETA OROZCO

  

Patricia Bolinches


EL CUERPO IMAGINADO

 

Tu cuerpo

—ese que yo recuerdo—

ya no existe.

 

*

El erotismo no es

sino el terreno de juego

—la playa designada—

del cuerpo

del cuerpo imaginado.

*

 

La silueta del cuerpo imaginado

es la misma

que la del cuerpo presente.

Las dos

hieren

igual.



CUERPOS CAÍDOS

Hoy es el último día

de las hojas encendidas.

Su falso esplendor de fogata quieta

dura poco.

Mañana que vuelvas

los maples serán esqueletos desvestidos

la vereda roja

guardará la memoria desangrada.

 

*

Yo también les tomo fotos

a las copas de los árboles.

Duran más las fotos

que los árboles

que la mirada.

 

*

Abrazo tu árbol

como si fuera un cuerpo.

*

Tengo miedo a perder la memoria

como si perderla

fuera dejar de vivir.

*

Memoria es memoria del cuerpo

*

Cuerpo                       todo se acaba en ti todo comienza.

 



 EL ORO LENTO DE LA NOCHE

 

Solo los que conocen

el oro lento de la noche

solo ellos

merecerán la libertad de caminarla

porque ellos saben

que está vacía

más que el aire mismo

mas que un cuerpo que oscuramente busca

otros cuerpos ciegos en la noche

para alumbrarlos

y reconocerlos sin ver

las manos esculpiendo

un camino posible

entre la maraña de cables, calles

senos que se encienden como luciérnagas

buscando una señal electromagnética

una seña secreta silenciosa

que se abra camino

entre la marea de cuerpos

que vienen hacia ti, ciegos,

como las olas en el malecón

rozándote la piel en todas las direcciones.

Buscas todavía

una piel como una llave

que abra ríos en el sendero más oscuro

canales en la ceguera más sorda.

 

 

 LA PUNTA DEL CIGARRO

 

Siempre

fumas

solo.

La primera vez

no caí en cuenta.

Hicimos el amor,

terminamos. Saliste en seguida

a fumar un cigarro

 

Tardaste

más en fumar el cigarro

que en hacer el amor.

 

Se me hizo raro.

 

Pensé que era normal, tal vez,

para algunos hombres

 

comenzaste a fumar

cada vez más cigarros.

Se me hizo raro.

Como si cada uno fuera

un nuevo acompañante

que te diera más placer aún

que el que yo te daba.

Se me hizo normal.

Tal vez un modo

de escapar a la charla postcoital

sacarla de su ámbito doméstico y erótico

hablar de cualquier cosa

excepto de ti mismo,

tu cuerpo ya ocupado

 

En aplicar sus labios

a un menester más quemante

unas ansias más urgentes,

mi cuerpo abandonado en su deseo

mirando el humo

perderse en el espacio.

 

 

DOLOR DE INFANCIA

 

ahí dentro en ese ojo

 

hay un Niño herido que me duele

 

sáquelo doctor no quiero verme

 

no quiero, no

 

Ahí dentro

 

hay una dura luna

 

que no sabe apagarse con el día

 

me estoy quedando ciega

           

de tanto verla

 

aquí

 

porque hay un árbol

 

de corteza ronca y ay

 

ahi no crece.

 

 

 ASÍ LAS COSAS

 

A los cinco años

pensaba que tenía que decir tanto

hice promesas a mi yo futuro,

le dije que aún no era tiempo

de madurar juicios sin fruto

creer en miradas sin árbol.

Y sin embargo

aquello era más cierto

más nítido y exacto.

Ahora, de vieja,

siento que no tengo nada

para dar o saber.

Acaso fui sabia a los cinco años

y lentamente

he desaprendido mi rabia

 

 

 

DEDICATORIA

 

Este poema está dedicado

a todas aquellas

que le escribieron poemas

a todos aquellos

que no les escribieron

poemas a ellas.

Qué esperaban, hermanas,

¿apoco pensaron

que las iban a premiar

con su amor o su deseo?

¿Desde cuándo mis amores?

Si algo aprendimos

de la vieja literatura:

Catulo, Cardenal, Sor Juana misma,

fue que el destinatario real

no está ahí nunca

para escucharnos.

No es por él, por ella,

que escribimos.

Carnala, ya estuvo.

Yo estuve

ahí

esperando

también

 una respuesta.

Sin darme cuenta que el poema

es ya una respuesta

una dedicatoria

para todas aquellas

que estamos aquí

contigo

escuchando.

 

 

EXTRAÑO VERANO

 

Desnuda

recién descubierta por la noche

Las cigarras salvajes y las ranas

rodeándote rondando

el cálido verano de tu cama

–una sensación

como un estanque–

musgo y anfibios resbalaban

sobre tu piel

La niñez no era

sino una piel que estabas

dejando atrás Como una víbora

incómoda en su océano vibrante

esparciendo las ondas de calor

por el desierto húmedo

Lleno de agazapados animales

crujientes sonidos poblando la noche como hormigas

Nunca le pudiste ver el rostro a ese ruido

nadie entendía el idioma de lo húmedo

reptando en la vereda verde          resina

árbol frutal      pulpa

lista para ser mordida

 




Violeta Orozco, es una poeta mexicana bilingüe originaria de la Ciudad de México. Es autora de El cuarto de la luna (2020) y La Edad Oscura/As seen by night. Edición bilingüe (en imprenta). También es traductora y tiene una sección de poesía Chicana en la revista Nueva York poetry review, en donde traduce al español poetas Mexicano-Americanas y Latinas. Actualmente estudia el doctorado en Lengua y Cultura Hispánicas en la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey.  En 2014, ganó en México el Premio Nacional Universitario de Poesía José Emilio Pacheco. Desde 2017 ha organizado múltiples lecturas binacionales de poesía bilingüe de mujeres en Estados Unidos y México. Sus crónicas y poemas han sido publicados en revistas de circulación nacional e internacional como Periódico de poesía, Punto de Partida, La palabra y el hombre, Carruaje de Pájaros, Viceversa Magazine y Contratiempo.

CRISTINA BELLO


 Pistola de agua (fragmentos) 


I

La inundación  

1

Esta es la historia de Neptuna y de cómo me crecieron las escamas y los ojos de pez. La historia de la calle donde la surada y la sangre fueron dos manchas que no cabían en las gerberas rojas que bordó mi Abuela. La historia de un lunes por la mañana cuando mi vecino no supo distinguir entre el agua del río y el plomo en un tiro de gracia. El mismo lunes que cayó un meteorito en el patio y el yoyo de Carlos quedó hecho trizas. Nos alimentamos de larvas verdes hasta que confundieron nuestras lenguas con la carnada de los tiburones.  La marea entonces no era alta.  

Los científicos actuales afirman que Hoba, el meteorito que cayó en 1920 en una granja en Namibia, es el meteorito más grande de la historia. Pesa alrededor de 60 toneladas y está compuesto principalmente por hierro, níquel y una porción pequeña de cobalto. Cuando el meteorito cayó en la esquina de la casa no vinieron los científicos actuales. Era agosto, sobre la mesa alguien había colocado una roca tan grande como Asia. El perfume ácido del limonero nos arrastró consigo al igual que la espuma arrastra a los cangrejos. 

Me explicaron que el meteorito era un caracol y que a través de él entendería el lenguaje ultramarino, pero nunca descubrí cuál de los siete mares debía escuchar a través de sus poros. 

 

A veces imagino que miles de aguamalas vienen por el meteorito, como si la roca nunca hubiera pertenecido al espacio, más bien a las profundidades. Ahí donde el mar esconde su propio sol, bajo el agua, la roca se deshace entre las sales. El meteorito era también otra roca creciendo en el pulmón del Abuelo, una roca ennegrecida incapaz de disolverse o navegar. 

 

4

Abuelo habla de las peceras como castillos de cristal construidos en el fondo del agua.  Las peceras casas de los vertebrados acuáticos. Lugares donde recogemos conchas y esqueletos de la tarde en que cazamos cochinillas de mar, lugares donde esperamos a la muerte clara. Abuelo habla sobre los peces, pero nunca caminamos al acuario o compramos una bomba de aire. 

: Abuelo, ¿cuántos oídos son necesarios para escuchar un cardumen bajo una casa?         


5

La roca permaneció tanto tiempo sobre la mesa que ya nadie recordaba cómo era antes, ninguno se sentaba a comer ahí. Aprendimos a sentarnos por los rincones, en el piso o muy cerca del patio. La roca jamás creció, pero sentíamos cómo se expandía a todas partes hasta reventar en nuestras narices. El polvo que despedía conocía su tránsito. Abuelo no paraba de hablarme de los peces como cerillos encendidos bajo el agua. El agua que no conserva al fuego. 


Carlos y yo encendemos la televisión en el canal 5 mientras Abuela se asoma por la ventana. Busca en la calle algún cuerpo tendido o espera a las muchachas pidiendo cooperación para sus enfermos. Ojalá pudiera decirle que anoche les di mi alcancía repleta de monedas de a peso, porque 60 toneladas de níquel y otros metales no eran suficientes para la expedición a Namibia. 

Ojalá y hubiera visto antes a la vecina en vez de imaginarla como C. J. Parker de Los guardianes de la bahía, corriendo a lo largo del muelle, descalza sobre las tablas hervidas entre el calor y la humedad. Ojalá y no la hubiera imaginado vestida con su traje rojo. La Pamela Anderson que entra y sale del agua sin complicaciones, pero Neptuna, era mi vecina y se parecía más a StormTenía esos ojos grandes que se desbordaban en lágrimas. Era morena y altísima, vestida de luto llevaba a las larvas adheridas a sus hombros. 

Neptuna que llegó en el verano junto con Los invisibles, tres hombres tan altos como ella. Abuela que insistió en prepararles pay de limón, no sabía de las mandíbulas que ocultan los peces abisales.     

Ingredientes: 

1 lata de leche evaporada 

1 lata de leche condensada

4 tubos de galletas María 

7 limones 

 

Pasos: 

1.     Lava tus manos. Recuerda que en el principio fue el agua. 

2.     Toma 7 limones del patio. Ignora a los perros de la casa que ladran por sed. No los abastezcas para que se conserven mansos. Ningún ser sin escamas merece agua. Toma los limones, lávalos, que el olor a cloro y jabón sea apenas soportable. 

3.     Corta los limones por la mitad. En el séptimo limón el cuchillo roza tu dedo. Le sale sangre. Coloca gotas del culpable sobre el dedo herido. Observa el ardor. Piensa: el rojo puede ser un color muy bonito y a la vez muy feo. Rojo fresa. Rojo semáforo. Rojo hormiga. Rojo luego del disparo. Rojo primera plana.  

4.     Abuela pregunta si estás bien, responde que sí. Abre los tubos de galletas y luego mezcla la leche evaporada, la condensada y el jugo de limón. Pregunta qué tan lejos está Namibia. 

5.     En un recipiente coloca una a una las galletas y después cubre con la mezcla. Abuela responde que Namibia está en África y África está muy lejos. Piensa en ir a África. 

6.      El pay queda amargo. Vuelven a empezar. 


7

Los peces asustados habitan las peceras redondas porque se parecen más al miedo, cíclico y transparente. Neptuna vivía dentro de una pecera redonda o casa o anémona en la esquina de mi calle. Los invisibles no estaban. 

: trabajan mucho 

: son empresarios, por así decirlo

: no, no son mis hermanos 

: tampoco estoy casada con alguno 

: sí, vivíamos en la capital, pero prefieren los lugares pequeños 

La luz que atravesaba los cristales polvorientos dejaba ver nuestras escamas recién adquiridas en el aire. Todavía no sé cuándo me brotarán las branquias o si tendré que mudarme a las tuberías por donde pasa el agua del puerto. Me convertiré en un pez de agua sucia, lacerada para siempre por Neptuna que tenía 20 años entonces y me explicaba que a veces le crecían peces rojos en la lengua agrietada. 

 


Cristina Bello (Morelia, Mich., 1995). Estudió Literatura Intercultural en la ENES Morelia. Fue becaria del IX curso de Creación Literaria para Jóvenes Escritores de la Fundación para las Letras Mexicanas y la Universidad Veracruzana en la categoría de poesía. Participó en el Festival Cultural Interfaz Guanajuato-2018. Recientemente obtuvo el Premio Nacional de Poesía Dolores Castro 2020.  


 

 

Giselle Ruiz

Kandinsky


Interior 1935

 

Hoy no pasó nada. Y si pasó algo es mejor callarlo.

Pues no lo entendí.

Roberto Bolaño

I

He caminado en círculos:

lo hice sobre mis ojos,

al margen de sus fuentes,

entre la cortina y su viento,

bordeando cada estante,

contra la puerta y a favor de esta,

dejando surcos y repeticiones.

Por los rincones iba muriendo,

me arrastraba en dirección contraria.

 

I

Mi cabeza se abandona sobre el piso:

su cuerpo es concreto acribillado

por la luz temprana, no mármol

no piedra preciosa, no sombra fresca.

Esta cabeza se tiende y piensa

que es un mosaico que la luz toca

en este sitio de nadie. Me convenzo:

lo que bambolea viene de lo profundo.

En esta casa entran nuevos días

borrando los contornos de mi rostro,

hundiendo el firme de sus oquedades.

Mientras mi cabeza siga en el piso

soñará que es territorio aislado

fragua entre pies ajenos que la desvisten.

 

I

He visto un hilo de hormigas

urdirse en la ventana.

las veo desde aquella tarde,

desde esta que no se cansa de mirar.

Las hormigas arrastran lo que encuentran

hasta resignificar el pavimento.

La tarde me mira viendo a las hormigas

pero mirar y ver son diferentes acciones,

ni la tarde ni yo hacemos otra cosa.

Mirando inmóviles

nos tocamos de reojo esperando

el carrete de sangre

que viene a devorarnos.

 

I

Olvidé que en mi costado

crecen edificios cuando duermo:

un castillo se erige bajo la cadena de ladrillos

y mi respiración es la muestra

de que toda sacudida nos deforma de a poco.

Quien viva de mi carne sabrá de cuarteaduras,

semáforos despiertos y ventanas como ocelo

cerrándose a la lluvia.

En esta ciudad se vive dialogando a solas.

Si al otro lado existe un pueblo, es nómada

pero eso no compete al curso de estos días.

 

 

I

He nombrado a este tiempo tarde

no conozco el alba

y el segundero

-de espectro malicioso-

desangra su mueca

que es la mía

gota a gota carcajada

deshojándome la lengua: nadie

ni búho ni piedra

ni traje de hombre nafta en remolinos

como cualquier tuerto

producto de exportación

creado tarde

cabeza de cuerpo huido

luz de cobra

campanilla tintineando adentro

adentro sé

que soy una mujer sana

o, al menos,

eso creo.


 

Giselle Alejandra Ruiz Rodríguez (Aguascalientes, México. 1989). Licenciada en Ciencias Ambientales. Ha publicado narrativa y poesía en diversas antologías, revistas y sitios web como Golfa, DigoPalabra.txt, VICE, entre otros. Escribió en coautoría el poemario “Amor 2.0” (Bitácora de vuelos, 2016). Becaria del Festival Cultural Interfaz 2016. Acreedora a mención honorífica en el Premio Internacional Caribe-Isla Mujeres 2016. Co-creadora del proyecto “The expectation club” (2016). Productora de los cortometrajes “D/V” (2018), “Antes mía” (2019) y “Frío de verano” (2020). Publicó su primer libro individual “Crónica de fracasos” en 2018 por la Editorial Montea y en 2019 fue becaria PECDA por el proyecto “Jaulas: Poemas para significar barrotes”. 

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