KATHERINE MEDINA RENDÓN







Jacarandá

Se me voló el sombrero un día de viento;
quizás eso se parezca un poco a volar 
o a tener un espíritu o a ser uno: jamás volví a encontrarlo.
Quizás llegue a algún lado antes que yo,
Quizá me quede donde estoy sin él. 
-Robin Myers-



Era enero, la primera lluvia me lavaba el rostro
y el viento que le precede fastidiado
alzaba mi sombrero 
con la belleza con la que se pela una lima,
no pude sostenerlo 
ni siquiera puedo sostener mis propias raíces, 
ni la mano de mi madre, una india negra, 
ni la de mi padre, un árabe sardo.
Mi rostro es un árbol de jacarandá,
un panteón de historia
quebrado, 
desigual
y mi cabello se levanta como hojas
que se rinden al viento 
ya sin siquiera un sombrero.


Sábila

Cierto hombre planta un árbol;
lo ve crecer como a cualquier individuo
que asciende y se desluce con los años.
Yo no he sembrado en mi vida, ni un helecho,
mi paso ha sido estéril, sin embargo, 
abandoné algunos libros en pintorescas áreas verdes,
dejar Here Lies de Dorothy Parker 
seguramente es como plantar un cactus,
al ojearlo primero brotan espinas,
en seguida, una flor que las corona.
Del mismo modo retoñaron en mis manos
elaboradas campiñas de papel maché
para que el recuerdo de mi perra 
siga corriendo libremente 
en busca de nuevas iridiscencias,
porque no alcanza la indolente sábila 
que trepó donde su cuerpo reposa,
ni las palabras de mi abuelo sobre su efecto cicatrizante.
Después de casi cinco lustros 
me doy cuenta que no he sembrado nada,
alguien más lo debe hacer.

 
Veinticuatro años
Soy una niña vieja, Anaurí; mis veinticuatro años me llevan a la rastra,
como aplastada por un fardo de troncos.
-Teresa Wilms Montt-

El tiempo desfila en el hemisferio derecho,
retozando sobre mis pobladas cejas;
reconozco la primera rugosidad,
las imprevistas franjas del dolor.

La hora se acerca 
y alguien que no tiene rostro, nombre, ni voz
hace señales para que sople las velas
y por costumbre pienso 
antes de soltar al aire mi deseo,
sesgada a la espera de un nuevo asombro.

Nunca tuve buena estrella, 
año tras año de guerras interrumpidas
me hicieron escupir sobre la cara de quien me engendró,
sobre sus fuerzas incomprensiblemente destructoras
y ceder al consejo de colgar en mis orejas 
los brillantes pendientes de la autocompasión,
encogiéndome de hombros ante el riesgo 
de que los muchachos que acariciaban mis trenzas,
acaricien mis tetas.

Mis veinticuatro años se apoyan en el respaldo de la cama,
en la balanza de las acciones cotidianas
y mi nuca juega en contra 
porque es una roca que perfora el sueño.
Heme aquí, lamentado que los tiempos felices
se durmieron sin razón aparente.


Sobre la autora:
Katherine Medina Rondón.  (Arequipa, 1994).Poeta y artista visual. Ha publicado: Murmullos y volantes (Aletheya, 2012), Amor en cuatro actos y otros cortejos (Casatomada, 2013), Mínima celeste (Transtierros, 2016), Disidencia (Cascahuesos, 2018), Papiros mágicos (Vallejo & co./ Sol negro) e incluida en Tea Party IIImuestra dinámica de poesía latinoamericana (Cinosargo, 2014), Antología XXII Enero en la palabra (Gobierno Municipal de Cusco, 2018), Memorias del 28° Festival Internacional de Poesía de Medellín (Prometeo, 2018) y Antología 5° Festival Caravana de Poesía (Amarti, 2018). Ha presentado la muestra pictórica bi-personal “Comisura” en el Centro Cultural Casa Blanca (Arequipa, 2016) y participado en diversas muestras artísticas colectivas. También ha colaborado en revistas tales como: Letralia, Lucerna, Travesti Fanzine, El Corsé, Caleidoscopio, Verboser, Ojo Zurdo, Fórnix y Ulrika. Actualmente se desempeña como redactora de la sección cultural del semanario Vista Libre.



Colaboración: Sara Montaño Escobar













DIEGO ROJAS ARIAS






TETOSTERONITIS HEMORRÁGICA  AGUDA 

“El fantasma de mi verga eyacula su venganza”
Fernando Escobar Paéz  (MeinKampf )

los poemas son cárceles de tinta
y en esta roja página de huesos apunto esta verdad
mi verdad
mientras escribo esto con el Diablo entre las manos
aprendí que la música no comparte con nadie su agonía
que no quieran joderme
los que crean todo lo contrario
tampoco es que yo vivo
porque el verso es gratis
he llenado de tropiezos mi camino
esnifé el más dulce de los abandonos
pero en las buenas y en las malas
lo real siempre atado a lo vivido
gasté hasta el último centavo de mi juventud 
en tantas drogas invisibles
licores adulterados 
malas compañías 
mi alcancía llena de desilusiones
masturbé cadáveres en noches extraviadas
he leído mucho
he vivido poco
pero tampoco soy un genio
 (los genios son putas 
cuyo chulo es el vicio) 
hice de las mías
ya robé traicioné mentí 
viví a costillas de mis amigos
me acosté con sus mujeres
alimenté a los dioses con mi esperma 
¿algo más?
mi talento ha sido todo el odio provocado
más hoy con toda la mierda que me lanzan
me he dedicado a perfumar mis flores
y aquí estoy 
no le corro a nadie
 los poemas son cementerios de papel 
y yo lo peor que le ha pasado a la poesía



CORAZÓN PARA LA GUERRA 

que no me vengan ahora con esa canallada 
de que el arte por el arte
que la más pura libertad de expresión
que ninguna verdad es santa 
que no me corran esa lámpara
de que la belleza enterrada en las palabras
que la poesía reparte bala en lugar de pan 
a los pobres diablos
de lectores hambrientos
que no pretendan entristecerme 
contándome las penas del preservativo
que se muere virgen esperando 
en un rincón de mi billetera
porque polvo han sido y polvo serán 
los años quemados de mi juventud
porque fue el vino el que se emborrachaba de mí 
cada vez que abría las botellas
no crean que fue al revés
porque fuimos cuatro sobre tu cama
aquella vez:
yo
nuestras dos soledades juntas
abrazados hasta el amanecer
con el corazón abombado
en perica barata 
siempre a punto de guerra
no necesito jurarlo: 
te amo tanto
que me encadenaría a tu tumba
cuando te estés pudriendo
bajo un sol de perro
porque durísimo ha sido el camino 
que me bebí todas sus piedras 
para poder seguir
y hoy soy como la cabeza aplastada de la niña
bajo la rueda trasera del camión
 ¿por qué no puedo llorar
si tengo la cabeza toda reventada mamá?
la realidad es que la luna es el sol
pero travesti
no se emocionen tanto:
también hay primavera en el in¬fierno



DENTRO DE ESTE POEMA VENDEN DROGAS CABALÍSTICAS 

dicen que Patti Smith estaba enamorada de Rimbaud y que aun cuando vinieron a nacer en siglos diferentes su amor fue mucho más que un ridículo acto poético: lloró durante semanas cuando aquellos malnacidos le destrozaron su libro de poemas del primer niño del punk que siempre llevaba consigo mientras trabajaba en aquella fábrica en su adolescencia de 1964
cuentan que Li Po murió ahogado cuando borracho intentó abrazar la luna apoyado en la frágil rama de un árbol y que el río fue este texto fugitivo de los tiempos y las cosas (de con-firmarse este hecho en particular cualquier ser humano podría entender que es lo que quiso decir Roy Sigüenza cuando anotó: escribo como un buscador, no como alguien que escribe – cuando un escritor escribe sabe que escribe, el que busca no, no sabe- No hay certidumbre ni dioses que la den)
murmuran que García Lorca haciendo el amor con Luis Cernuda eran como esa nebulosa cuando aún es apenas una larva en el estanque dejado por una lluvia de pasiones incendiarias
yo sin querer una noche me topé con Alicia en el Night Club “Las Maravillas” y estaba tan clara su piel como el labio del cristal que duerme entre traiciones y su cabello rizado como el sol y micro vestido de cuero negro
pero ya lejos de toda suposición y sospecha con todo este barro con el que se tejen las palabras desnudaría la sangre de esa mujer que ha de estar esperándome en ese lecho de sal y tinieblas impuesto en el corazón meado por el día venidero 
les juro que no dudaría en fumarme todas las grietas del asfalto



“Oh mis flores de fósforo encendido”

Para  Betty Suárez Mora 

incluso las voces de los pájaros 
se vuelven madriguera de lluvia
 (indícame cómo lograr un séquito de alas muertas
enséñame a escribir sin que me sangren las manos
tradúceme este camino por el que nos vemos
una piedra de aire
todo el jaspe de mis venas
o la madrugada desnuda sobre mi cama)
como eyacular vino después de una extraña conversación
las manchas de la transparencia
si por cada nombre de mujer que me como sin pelar
alguien troceara la noche mucho más adentro 
pero es mucho pedir
mas si de pronto me equivoco 
solamente el rock n’ roll 
nos mantendrá ilesos en esta orgía de silencios
ante la vista atenta de un gramo de abismo
apto para el consumo humano 

solamente el taxidermismo de este amor sin boca
o el frío de sábanas arrepentidas

mis huesos leyendo tu beso de cuchillo



Sobre el autor:

DIEGO ROJAS ARIAS.-  Ecuador, 1986. Ha publicado Amor escupido (co edición  independiente, Portoviejo, Ecuador, 2013)  La poesía con sangre entra (Marfuz, Manta, Ecuador, 2015) y Con todos los diablos encima (Andesgraund, Santiago de Chile, 2017) 




Colaboración: Sara Montaño Escobar












SANTIAGO GRIJALVA









Concurrencias

I

Camino sobre la vereda de la niñez tardía,
sostengo la idea de un niño sobre la cuerda floja,
luchando con la inercia del equilibrio
al lado derecho; los tiburones
y al contrario las arrugas.

El público enmudece esperando la caída,
porque es más dulce el fracaso
cuando todos lo esperan,
es más tenue el golpe en la cabeza
cuando se conoce la ausencia de redes
por debajo de la cuerda.

Es mejor aceptar el resbalón como costumbre
y no justificarla con engaños de pie
o esguinces de tobillo,
es mejor procurar la verticalidad del cuerpo
para cerciorar lo letal de la caída,
es mejor zurcir un traje a medida de las nostalgias
que silueta de este cuerpo herido,
por eso ando con mi abrigo extra grande
para que me alcancen todas las soledades.

Aquí, el mejor remedio es el cuerpo,
la mejor dermis, la máscara de teatro,
es mejor andar a paso firme
sin pensar en desplomarse,

cuando el tiempo quiera,
tendré que escoger,
los tiburones 
o el niño moribundo de mi piel.

II

Si volviera al retrato
y me viera con los ojos menos cansados,
se acaso en algún momento
todo el cuerpo volviera a los cinco años,
a los dulces interminables,
a los cuchillos sin afilar,
si la impertinencia me permitiera llorar en reversa
hasta llegar a la herida permanente de los días,
al tono mojado de las derrotas,
a la ironía sin intencionalidad posible
a la inocencia no premeditada,
si mi cuerpo decidiera estar noctámbulo 
todas las noches después de esas fracciones 
de segundo,
si me volviera una mañana de colores inexactos
donde ahora tropiezo con las nostalgias que olvidé.

Qué te dijera, qué reproche te haría,

Que no subas a los árboles
porque mis manos se estropean,
que no la bicicleta
que ya tenemos más de un hueso fuera de su lugar,
que no llores en los armarios 
porque esas costumbres perduran,
que no pierdas el tiempo siendo inútil,
que deje de acomodar hormigas en las rutas de los extraviados,
que leas los libros que se me olvidaron
y ahora me da vergüenza hacerlo,
que corrijas la postura de nuestra soledad,
que no llenes los bolsillos de arena
cuando te despidas del mar.

Pero estoy absorto frente al lente Leica de mi padre,
y no hago más que contemplar las estrellas
encorvarme y morir en cada bocanada,
únicamente persiste este reflejo 
de aquel niño que soñaba
y le nacían luciérnagas.

(Inédito)

Declaración sobre el dolor

Dónde vivir, 
dónde sentarse a resumir las heridas, 
dónde acariciar a los perros abandonados de la piel, 
dónde reinventarse, 
dónde ser destello de utopía, 
dónde caminar sin esperar que los pies se encallen, 
dónde confesarán los manantiales su grito de luz,
dónde quedarse para pender del hilo 
que no atraviese la aguja de la melancolía.

Dónde quebrarse el alma como un cretino.
(Inédito)

Plegarias sobre la renuncia

Si ya no renuncio a nada 
¿qué llaga me encontraré en el pecho,
qué luz jugará a distraerme,
qué noche me romperá esta estructura, que sin ser madera se incinera,
qué plaza, río o escalinata servirá de vanguardia?

Estas rodillas carcomidas por los cielos, 
los ojos expectantes
¿qué ruidos entrarán para importunarme el sueño?
¿qué suelo será roca de mar
sin abismo en el lomo de las ballenas?
¿qué sentido desarmaré?
¿qué brazo romperé en soledad?
¿qué esquina regalaré
para decirte que fue la primera nostalgia?
¿qué puño dejará soledad en las dunas de mi cuerpo?
¿qué astro me inventaré para regalarte,
para desvestirte,
con el único fin de conocer la luz?

Agrieta este cuerpo con tus silencios
con el dolor colgado de los cordeles sin propósito.

Los ojos pesan
ya no hay sueños prendidos en mis cigarros
en la forma de mis uñas que rasgan 
las piedras del empedrado,
buscando vida 
como un río interminable
en el fruto del agua y su vientre

rasgo la luz 
y encuentro piedras.
(Inédito)

Mito del Héroe

Siempre fui un defensor absurdo de muchachas.
Al bajar la calle pasaba el tiempo,
mis labios se sellaron
mis palabras se quedarán solo para escribirte.

El mito del héroe desaparece.
Ya no era el que sacrificaba
un golpetazo por un beso.

Nunca fui un semidiós,
tampoco mis fuerzas rebasaron lo inaudible
nunca fui Hércules ni menos un superhéroe de Marvel o Dc.

Me sentía inmortal cuando no era el que golpeaba primero,
también recuerdo que mis hazañas iban desde salvar hormigas
y un par de arañas que asechaba mi gato.

Me pregunto:
¿Fui yo el que creó las circunstancias?
Tal vez siempre fui el culpable,
porque no me atreví a salvarte para salvarme.

Nunca fui Clark Kent, porque los lentes me avergüenzan
Fui héroe sin músculos y poco ágil.

Cuando colgué mi capa y se me dio por escribir la historia,
quedó un verso desalineado.

Entonces, solo entonces,
volví a mirar mis pies que no flotaban
y mis brazos no te cargaban por la noche.

Ahora fumo -por si acasoy
nunca peleo si no es con mi sombra.
(Arreglos para la historia, 2017)

Fundar una ciudad

Elegir la calle
que me lleve a tu dormitorio.

Héroes en las plazas,
un manojo de pájaros,
césped en las aceras
flores en las alcantarillas,
periódicos rodando por el empedrado
y un par de personas
para recordarnos que aún vivimos.

Escoger
lluvia por la noche
para tener el pretexto de meternos en la cama.

Si fundo una ciudad
sé que tendrá tu nombre.
(Cerrar una ciudad, 2019)





Sobre el autor:
Santiago Grijalva. (Ibarra, Ecuador; 1992) Psicólogo Social Comunitario. Publicó los poemarios; La revolución de tus cuerpos (2015), Arreglos para la historia poemario (2017), Los desperdicios del polvo (2018), Cerrar una ciudad (New York PoetryPress, 2019).Consta en la Antología de Poesía Española Contemporánea "Y lo demás es Silencio Vol. II"(Chiado Editorial; Madrid, 2016), Seis poetas ecuatorianos (Editorial Caletita; México 2018). Sus poemas han sido publicados en la revista Aérea Revista HispanoAmericana de Poesía (Santiago de Chile; 2018) Utopía (Edición N°93; 2016). Cuando E. P. Thompson se hizo poeta: revista de poesía política (N°4; 2017). Además, en varias revistas digitales en Iberoamérica.Participó como invitado en el Festival Internacional de poetas Poesía en Paralelo Cero (Ecuador, 2016) y Las líneas de su mano (Bogotá,2018), Jauría de palabras (Bolivia, 2019). Coordinador del Décimo y Undécimo Encuentro de poetas en Ecuador “Poesía en Paralelo Cero”.



Colaboración: Sara Montaño Escobar





DENISE GRIFFITH



Añadir leyenda






Eufemismos
I

la poeta Idea Vilariño 
cuenta en su diario de juventud
que alguna vez
rescató a un pájaro de que muriera quemado
y finalmente
el pájaro volvió al fuego

no importa cuántas veces nos rescaten
siempre volvemos al fuego
lumínico error resulta lo decadente  
de caminar para atrás
o cambiar de camino
la arrogancia de la quietud facilita un tropezón
que sí es caída

¡quiero llamar!, se queja un niño en pleno siglo veintiuno
y golpea el teléfono público desconectado
ella también quiere llamar
piensa al verlo
quiere llamar al karma
para expresarle sus emociones negativas
y es complicado

II 

funciona como epígrafe
tu mirada
su enajenación
funciona como epitafio

tu amor es como el mar de noche
la seduce y absorbe
como el viejo robusto que le arroja comida a un perro callejero
pero hacia las vías del tren  
hay trenes que ella no ve venir
un bozal para cuando la muerte le muerde la mano
pide nada más

soltás la pelota
y ves hacia dónde se dispara
la libertad va tomando forma
con sigilo

un moretón entre tanto dolor
no se razona
es apenas un aderezo vistoso
tu juguete favorito
es
aquel que está 
roto  
¿de qué manera te quedás dormido?
¿de qué manera te sentís seguro?
del ritmo se desprende
la mecánica del olvido

III

es tan fácil como odiar esa escena
que los unirá eternamente
a lo que tuvieron
la condenaste a muerte el día de su cumpleaños
cuando la invitaste a viajar por la memorable Europa

le cuesta divorciarse de los eufemismos
amor no correspondido
es el perro que
espera al dueño
en la estación durante años
como ella te está esperando a vos

traducime eso, 
olvidé cómo se dice en español
animalito de mi corazón, 
en qué estás pensando
cuando gruñís
en qué estás pensando
cuando mordés
en qué estás pensando
ahora

¿fuegos artificiales?



Que sí

una mañana en la playa de Villa Gesell
vi algo bajo el mar entre las algas
mi papá lo señaló con emoción
es una cáscara de durazno, 
le dijo mi yo de seis años
y de cerca era un caracol naranja pálido

a diario
un deshielo cruje bajo mis pies
pero solo hay alquitrán 

tampoco necesito empaparme en 
conocimiento sobre x o y
interiorizarme sobre la zozobra

solo tomo un poco de helado de crema en la orilla 
y cuando siento un agua viva
sé que estoy a salvo   
encontré mi manera de sonreír
como aquella vez que mi papá lanzó una moneda para saber qué decisión tomar
y me dijo ¿qué querés que sea?
le dije que sí
y me dijo, entonces salió sí


Poemas de Carencia (Liberoamérica, 2019)



Denise Griffith (Buenos Aires, 1993) no solo es escritora, sino también editora en Liberoamérica (Argentina). Es estudiante avanzada de Traducción Literaria. En 2018, publicó con la editorial Escritor de la legua un poemario llamado Antojos de desorden y participó de la antología El gran libro de los perros de la editorial española Blackie Books (tirada de 20.000 ejemplares, que ya va por la segunda edición).  Escribe con frecuencia para la revista digital de Liberoamérica y para la página especializada en teatro GEOteatral.




TERESA ORBEGOSO








Mi cáncer dice: acuérdate de mí ahora que eres adulta y que han llegado los tiempos en que el agua bendita es sólo agua. Los tiempos en que el hábito del santo ha sido abandonado en la playa. Los tiempos en que tu páramo se ha partido en dos.

Escucha todo lo que suena en tu cáncer. ¿Alguien podrá oírlo contigo?
****
Abro el miedo. Mi  madre viaja sola sobre un iceberg. Dentro de él estoy yo congelada mirándolo todo.

Algo. Algo es. Un pezón estrujado. Inger, algo avanza por mi pecho hasta casi llegar al hueso. Se aferra a algo y algo y algo. No puede detenerse, como los sonámbulos. Se aferra a lo que encuentra. Se aferra más.
****
Sí Inger, el agua bendita de Santa Rosa de Lima existe
La fría herida detenida existe con los mechones del cáncer arrancados existe
Teresa Orbegoso existe


Las células buenas se encuentran con las células malas en la danza de las células. Hay una guerra. Las células buenas pierden. Las células malas colocan su bandera de vencedoras sobre mi pecho.

****
Mi cáncer dice: cose tu historia a la mía y encontrarás a una madre y a una hija y dentro de ellas una palabra como una penitencia que las alumbra. Alguna de las dos reconocerá que un día dijo: no vayas al matrimonio como la vaca al matadero. Sin saber. Empapándote con la sangre del miedo. Que no te convenzan con eso de que tu madre es el mejor esposo. Cuántas veces las abuelas han destruido sus cabezas. La enfermedad se extiende sobre tu vestido como una mancha de aceite con la que deberás luchar. A la vencedora se le dará  una revelación y se le dará también una pureza nueva y al interior de esa nueva pureza como una luz intermitente, un canto que nadie conoce sino sólo la que lo recibe.

Algo se repite en otros cuerpos. Se desarrolla. Dice aquí estoy. Se anuncia. Se impone. Me causa dolor. Adquiere confianza y se reproduce. Marcha.
****
Abro el miedo. Tener corazón para la paz. Tener corazón para la peste. Conocer los dientes blancos y brillantes de la felicidad. Aprender a bordar con oro la justicia. La enfermedad como un movimiento regular, como la marcha de un ejército de neblinas. Una única Teresa entre los juguetes viejos de la única niña de la única ciudad sobreviviente de la última guerra. Cada instante un rito: un ruido continuo, el voto de las naciones enloquecidas y la violencia, pequeña huérfana que corre, corre contenta para clavar su aguja sin aviso sobre los cuerpos de las mujeres con cáncer. En este mundo, una gasa ensangrentada sobre el viento tiene el mismo peso que la verdad y la misericordia. Las riendas de la tranquilidad tiene la mano del que ignora a qué viene a la vida. Y en su cara aparecida la cara vacía de la bondad y sus doce hijos, que tampoco tienen nada. La música de los cortadores y los fórceps, su murmullo, como el silbido de una enfermera olvidada en los pasillos de un hospital. La gran sala del trabajo con sus médicos sindicalistas de paja, sus pacientes disecados y sus objetos polvorientos: entre ellos la gratuidad como muñecote de papel maché inclinada junto a un ecógrafo roto como rezando en silencio. Los libros de la salud esparcidos, párrafo a párrafo, sobre las llaves del padecimiento. 

Inger, algo sigue tomando mis órganos. Algo es. Con mayor tamaño. Con mayor fuerza. Tan absoluto.
****
Teresa Orbegoso  existe
La paciente con cáncer existe
El amigo que le da un beso intempestivo para que ella recuerde la vida
Desaparecemos de la faz de la tierra
una tarde  una mañana  una noche una madrugada
cualquiera  ya sea
que un sonido te golpee o
el remolino de las cosas te sumerja una noche cualquiera

Algo silba otra lengua y da órdenes. Algo microscópico que baila adentro mío. Una música disonante que no me dice nada: un absurdo.
****
Mi cáncer dice: tienes cuarenta años. La edad para ver aunque tú no lo quieras. La vida nos toma y nos deja caer. Yo no era la muerte. Y entonces tú caías y te mirabas así: caída, sin poder hacer nada. Tú: la huérfana. Te dabas cuenta de que la felicidad no era una máquina, ni un peluche, ni un animal. 

Algo busca nuevas palabras. Me lleva al recuerdo desordenado de mi infancia. Rueda y rueda como una piedra que hace volteretas con mis miedos.
****
Abro el miedo. Una mañana moriré. Y ese día podré al fin escuchar la última ópera de mis células. Ese día el universo será de agua y el sol será una pelusa que veo levantarse cuando tiendo mi cama. Del cáncer vengo y al cáncer voy: ¿bienaventuranza o enfermedad? Un tronco se parte entre las dos. Miro los libros pasar. Son títulos y nombres de autores que desconozco. Caigo sobre las jaulas de las gallinetas de mis vecinos, sobre los brazos de mi abuela, sobre la pista de cemento y sus rayas blancas, caigo en todos lados. ¿Quiero seguir en este mundo? Ensalivada está mi boca. Un torito de Pucará me protege. Mi vida como la suciedad que no puedo limpiar.

Algo adquiere forma, vida propia. Más consistente que mi propia forma, que mi propia vida. Invade. Grito primitivo que le canta a mi pecho y lo deforma. Se alimenta de mí para que él pueda existir como un Dios al que odio.
****
Bienaventurados sean los que se esfuerzan en existir
en lavar los pies del dios de la enfermedad
Contra qué pared hemos caído
En qué pared hemos escrito los nombres de
nuestra enfermedad
una madrugada cualquiera
quizá de junio mientras
dormimos sentados en la cama
y no podemos ver
el amor de la mujer y su niño
que recoge del piso a su marido borracho
y ni siquiera sabemos cómo preparar una Ocopa
y creemos que
la familia es la enemiga después de vomitar sobre una bolsa
y sólo nos quedamos como fuera del tiempo

Inger, el cáncer ha llegado a la Tierra. Está dentro de la Tierra. Ha entregado su voz al enfermo.


Foto: Louse Rubí
Teresa Orbegoso. Lima, 1976. Licenciada en Periodismo. Investigadora social. Gestora cultural. Curadora. Escritora. Magister en Escritura Creativa por la Universidad Nacional de Tres de Febrero en Buenos Aires, Argentina. Posee estudios de Maestría en Creación Musical y Nuevas Tecnologías. Cuenta con un Diplomado en Creatividad Publicitaria. Ha sido becada por la OEA, el INDES BID, la Fundación Tallberg. Ha publicado los libros de poesía: Yana wayra (Ed. Urbano marginal, Lima, 2011); Mestiza (Ediciones del Dock, Buenos Aires, 2012); La mujer de la bestia (Ed. Trópico Sur, Maldonado, 2014); Yuyachkani junto a la artista plástico Zenaida Cajahuaringa (Ed. La purita carne, Lima, 2015), Perú (Ed. Buenos Aires Poetry, Argentina, 2016); Comas (Añosluz editora. Argentina, 2018) y Abro el miedo (Hanan Harawi Editores, Perú, 2019). El libro Perú ha sido reeditado en Perú. Guatemala y México. Parte de su trabajo ha sido incluido en la antología sobre la vigencia del poema en prosa en Sudamérica: Del caos a la intensidad (Ed. Hijos de la lluvia, Perú, 2017). Ha compuesto la música para el libro La casa sin sombra del escritor argentino Claudio Archubi. Ha sido invitada a varios festivales internacionales de poesía. Reseñas sobre su escritura, sus libros y poemas aparecen en distintas revistas hispanoamericanas. Tiene a su cargo la página de entrevistas a creadores hispanoamericanos migrantes: Migraciones poéticas. Participa del colectivo Poetas de la biblioteca en Buenos Aires, Argentina. Su blog es: lalluviadelosalfabetosexiste.

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