YIRAMA CASTAÑO

 
Gloria Sánchez


HUÉSPED DE LA NOCHE

Regresa cada tanto para dejar su sombra.
La pone allí, febril y enorme.
Y ella, huérfana de cuerpo,
ejerce su poder.
Se transforma,
Se cuelga en la pared
la mirada fija y
 cruel,
 como un retrato.
 Nadie delante, tampoco detrás.
Liviano el peso
oculto el aire
escondidos las palabras y los gestos.
                        A contraluz
con la vida de perfil
            y cada vez más cerca de su casa.



LA DUERMEVELA
                 
Del bosque, las repetidas hojas,
el amarillo que cruje bajo los pies descalzos.
De su lecho, una gota del pálido reflejo,
            la sombra de un animal salvaje
                                   y su silencio.
Ante ti
            y dentro de ti,
soy un rostro sin nombre.


  

NUBE DE SEPTIEMBRE


“Tu me quisiste cuando niño y eso quiere decir para siempre”.
(Raúl Gómez Jattin)


Mi fuerte e inamovible dama blanca,
¿Cómo puede tu cuerpo soportar
            el peso de tu carga?
Imposible evitar la expansión de la rabia.
Ese líquido viscoso que llueve el espacio
entre uno y otro hueso.
Mi grande y alta dama blanca,
¿Cómo puede tu espíritu
            encontrar el alma de una noche clara?
Imposible tender una limpia sábana
            sobre la cama y su fantasma.
Mi hermosa y distante dama blanca,
¿Cómo sacar de tus entrañas la memoria?
Mi dulce y triste dama blanca,
he rehusado pertenecer a la
fría luz de una mañana sacrificada.
¿Cómo puedes pedirme que  agote en un día
la miel con la que siempre
pinto mis labios?



RUMOR DE CIEGOS


Luego del lamento,
luego de la estrechez en muchos cuartos.

Aun después del ahogo en una cama,
aun después de los silencios.

Más allá de la agonía y las deudas del amor,
más allá de la frontera entre los labios.

Tarde y noche.
El feliz jinete se despide.

Ahora, en el futuro,
desprendido de la tierra,
retoma la inocencia.

Ese niño recorre los parques,
en busca del trébol de cuatro hojas.



SAN SILVESTRE


A Clara Inés Güiza

Intento vestir tu delgada figura
para caminar las hirvientes calles,
que tatuaron el mapa de tus pies.
Y alcanza la vista para divisar el río,
las pequeñas casas de esta orilla
y el vaho de la muerte en los espejos.
Ya no es,
de este lado,
como lo conociste.
Miles de lenguas
se han lamido el puerto.
De las alianzas entre hombre y madera,
sólo quedan crucifijos en el pecho.
Mañana visitaré la ciénaga.
Puede ser que allí te encuentre,
sembrando tu humedad,
en tierra color bermejo.
Con los mismos ojos tristes de la niña
que dejó puesta su mesa
para escaparse con el tiempo.



UN PARQUE NATURAL

En ese extraño lugar
cada día tiene una única palabra,
cada sombra busca su destino
cada boca pronuncia una oración
cada animal entierra bajo la luna su propia piel
cada hombre prolonga la mano a su manera
y dibuja líneas blancas en la selva.  
En ese maravilloso lugar
cada flor es primavera
cada sonido es un pájaro
y los pequeños aprendices
dan vuelta a la memoria
raspan olvidos,
anudan el hilo
y cortan el tiempo
con sus dientes.


MEMORIA DE APRENDIZ


No basta con acariciar palabras
lo definitivo es dibujar la noche
seguir la línea de su curva,
hacia el eco común
o la profunda luz
Tomar la imagen de su pulso
medir la turbulencia
oír su tono
el latido de su adentro.
Habitar las estrellas que la viven
desnudar falsos colores
y mostrar el plateado vuelo
de pájaros fantasmas
No basta con acariciar palabras
lo definitivo es asistir a los cortejos
con toda irreverencia
grabar los rostros
vestir sus cuerpos.
Memoria de aprendiz,
la inteligencia es un juego de distancia
un dolor agudo
una sutil virtud.



Yirama Castaño Güiza. Nació en Socorro, Santander. Periodista y editora. Participó en la creación de la Revista y de la Fundación Común Presencia. Hace parte del Comité Asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba. Sus poemas han sido traducidos y publicados en medios de Colombia y el exterior. Ha participado en los más importantes Festivales de Poesía en Colombia y  en Encuentros de escritores a nivel internacional. Libros de poesía publicados: Naufragio de luna, 1990. -Jardín de sombras, 1994. -El sueño de la  otra, 1997. -Memoria de aprendiz, 2011. -Malabar en el Abismo, Antología, 2012. -Poemas de Amor (Yirama Castaño, Josefa Parra), 2016. -Corps avant l´ oubli, Cuerpos Antes del Olvido (Yirama Castaño, Stéphane Chaumet y Aleyda Quevedo), 2016, - Antología Poética Ventre de Lumiére, Vientres de Luz, 2017.

Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño


PABLO ECHEVERRÍA

KIDMOGRAPH





Creo en dios 
Creo en dios 
en la palabra de dios
que habita en mi boca.

He escuchado a dios hablando miles de idiomas 
y en ninguno ha dicho mi nombre.

Creo en dios 
en las posibles humanidades de dios 
porque el error es humano 
y él está hecho a nuestra imagen y semejanza

Creo en dios 
en las plegarias 
que rezan su nombre 

He memorizado todos los cantos
y solo puedo decir que su nombre es silencio 

Creo en dios 
en la imagen de dios 
que no está en la Iglesia
He visto qué hay detrás de la máscara 
He abierto los ojos al sueño 
y me ha cegado la luz 
y he recordado que la luz que solo amplifica hiere
y la luz que no esconde es mentira

Creo en dios 
en la ira de dios 
que cae del cielo 
He roto mi voto de silencio para saber cómo se escucha la divinidad 
y he terminado arrastrándome en el suelo
llorando
con una voz animal en el pecho

Creo en dios 
en la pasión con la que entregó a su hijo 
He acercado mi cuerpo al templo 
con mis brazos abiertos en cruz
esperando también ser devorado

Creo en dios 
en el cuerpo y la sangre de su hijo
que están en mis manos
cuando en mis sueños soy lanza y atravieso su costado

Creo en dios y en los ídolos 
en todos los 
que vagaron por el desierto 
o en una ciudad que se parece al desierto 
buscando al final un abismo

Creo que si dios estuviera a mi lado 
se asemejaría mucho a un poema 
que nadie escucha 
que nadie lee
pero que todos creen llevar muy dentro 


Cuerpo y ceniza
Quemar el aire hasta la ceniza 
y con ella construir una casa que pueda habitar para siempre 
sin temor de que una ventisca la desaparezca 
Quemar mi boca hasta que no exista lenguaje alguno que me defina 
Y de esa ceniza construir una máscara de donde cuelgue mi nombre en una oración infinita 
Quemar la voz. 
Quemar la vida. 
Porque en el cielo ya no hay espacio para mi nombre 
Quemar el cielo en el que dios habita. 
Y de ese cielo, de esa ceniza, crear un hombre que sea mil hombres, una legión eterna pero vencida, 
una legión de poesía




La noche más larga.
No somos la noche más larga. 
No somos, ni fuimos la vida corta que esperábamos. 
No somos, ni estamos en donde deberíamos.
No bebimos en las alcantarillas.
No ligamos a las mujeres más guapas. 
No concretamos el suicidio en masa.
No tenemos el cuerpo de un hombre (escondido en la cajuela). 
No perdimos a Pedro en la secundaria (sin contar que ahora se llama Elena). No creeremos en Dios (hasta que Elena se embarace).
Somos solo un desierto de ideas y un trío de payasos malhumorados. 
Somos otro peldaño en el porcentaje de desempleados en la madre patria.
Somos los espectros de una generación espontánea que solo escuchó a JJ en el iPod de un amigo.
Somos la fuerza bruta encarnada en cuerpos pálidos e hilarantes. 
Somos el pánico de la noche, el analgésico de la abuela y los dedos de quinceañera descubriendo su cuerpo. Somos el arma en la sien del suicida; somos la bala y somos el hombre que aprieta el gatillo mirando en el espejo su cuerpo desnudo (lleno de lágrimas). 
Somos la parodia de la muerte en la portada del Extra. Nos venimos sobre el “Lunes sexy” y al terminar, caemos en cuenta que las vaginoplastias y las cirugías reoperatorias tienen mejores resultados cada día. 
Somos. No somos. Fuimos. Estuvimos. Lloramos y crecimos. No somos la noche eterna. Fuimos la muerte desnuda frente a la orilla del mar. Somos Paco, Elena, Pedro, Mario, Santiago y el desaparecido Miguel. Somos la noche más larga y en las mañanas, solo somos la sórdida caricia de un engaño.

I.
Solo un campo de batalla y una noción de guerra. Un campo que es nuestro cuerpo en todas las posiciones del beso, llevando como estandarte la desnudez, las madrugadas y el sexo. Solo una guerra que ganará la poesía: la de nacer una y otra vez en tu cuerpo. 



Pablo Echeverría (Quito-Ecuador, 1995). Estudiante Comunicación Social. Ha sido rechazado en los más dignos oficios del ámbito cultural como limpiador de baños a medio tiempo y librero de centro comercial. Ha colaborado en revistas digitales de narrativa y poesía como DigoPalabra (Venezuela) y Seshat Ediciones (Colombia). Consta en Despertar de la Hydra (antología del nuevo cuento ecuatoriano).


Colaboración: Sara Montaño Escobar 







MARCELO CRUZ












27 DE MARZO

A dónde ir, cuando uno se siente solo.
en quien se ha de depositar la confianza,
si se siente la soledad,
-incluso entre los hombres-.

Frente a esa inmensidad que nos abraza.

Huimos como niños ante el miedo,
nuestro miedo de estar solos,
de estar lejos.

A donde ir...
¿en quién confiar?

La totalidad de la nada.
-la nada de lo absurdo-.

Abstraerse, sumirse,
rebuscarse,
repensarse...
amarse y
sentirse...

Sentir esa soledad liberadora,
ese abrazo que cobija nuestro sueño.

Esa noche que nos ama.

A dónde ir.
Y, con quién...

...A quien se ha de besar,
si no hay labios,
ni boca,
ni beso, ni caricia.

A dónde ir,
y por dónde.

A quién he de llamar, amigo,
hermano,
amor...
De quién es la mano que me sujeta, y acaricia,
de quién la voz que me murmulla,
de quién los ojos, que me seducen,
de quién el cuerpo que se dibuja...

A dónde ir cuando uno se siente solo.

Ir hacia el sol,
ir a la luna...
ir para dentro de esa noche.
ir...
solo ir.


24 DE OCTUBRE

Y si hacemos silencio,
Si solo compartimos un helado...
un libro, una carcajada, una caminata.

Si rompemos los dogmas.
Nuestra mente...la rompemos

Si engordamos.

Si libero mi maldad, y tú liberas tu miedo,
si mi ego choca con tu competitividad...
Si hablo rápido y a ti te jode
-nos jodemos-

Si miro tus ojos y me sumerjo,
Si no hay química entre los dos...
No importa.
Me basta...

Dejemos que fluya...




12 DE MARZO

Quién puede comparar la noche con el alma... 
Y esa leve diferencia entre tú y yo.
El placer de dialogar contigo…
Quién puede soslayar el encuentro.
Evitar las palabras no dichas.

Uno, al fin de cuentas, debe decir lo que está pensando.







Marcelo Cruz._ Quito (1992).  Lector a tiempo completo, escritor a tiempo parcial. En 2015 presenta su primer libro El Gran Monólogo. Guionista en la productora Lunáticos Producciones y conductor del programa de radio el Galpón de los Cuentos Vivientes. Se encuentra en proceso de publicación de su primera novela Ciudades Vacías 


Colaboración: Sara Montaño Escobar



CHARY GUMETA









BALACERA

Su caminar tranquilo fue interrumpido
Por la estampida de los transeúntes;
Un sudor frio recorrió su espalda
Y quedo estática,
Sin habla.
El “bang” de una pistola
Se escucha continua
Y los silbidos de la muerte
Pasan sobre su cabeza.
Entrar en ese lugar repugnante
Y abrazarse de su miedo
Le dijo que aún estaba viva.



SICARIA

De repente, como quien dice de la nada,
Ya tenía una “Clock” en la mano,
Una igual como la que ultimo a mi padre.
Si te digo, uno no lo pide, así nomás,
Cuando vienes a ver ya eres una matona.



EL NO SABE

Él desconoce
Que un día me iré
Que tomaré el rumbo del mar
O el de un lugar ignorado
Y me perderé en el tiempo.
Abandonado y triste
Dirá que desaparecí
Como una lágrima en la lluvia
Contará varias historias diferentes
Para no sentirse tan solo
Para que digan que él es un hombre bueno
Y yo una mujer mala.




BOMBARDEO
Para las mujeres kurdas
Y mi corazón también.

Se derrumbó tu vida junto a tu casa
Creíste que acababa el mundo
Bajo aquel estruendo hosco y seco.
Tus sentidos se hicieron espinas
Y acicatearon a tu cuerpo
Ante aquel movimiento telúrico.
Te quieres mover
Y el grito prensado en tu pecho te lo impide
Te aprieta más que tus pecados
Que tu angustia
Que tu miedo.
Una reacción tardía
Te espuelea las costillas y huyes.
Corres con el tiempo sobre tu espalda
Que pesa más que la vida
Que tratas de salvar entre las manos.
El aliento te falta
Y sientes que debes guardarlo
Para engañar a la muerte
Todo tiembla
Y las paredes se desmoronan
Ante tus ojos
Caen por la humedad de la adrenalina
Que exhala tu cuerpo.
Sigues corriendo
Con la liebre del terror metido en tu cuerpo
No sientes nada
Ni los vidrios que pisas
En el tropel incontrolable
Ni los guijarros que caen sobre tu cabeza.
Falta poco
Miras la luz al fondo del pasillo
Todo está bien
Te dices.
Llegas jadeante a la puerta
Y por primera vez
Tienes esa paz
Que no has sentido nunca.




EN ESTAS CALLES

En estas calles
No hay día que no llueva plomo
Ni día que no encuentren un cuerpo mutilado.
Los que habitan por aquí
Tienen de vecina a la muerte
Camina libremente
En la bala de algún gatillero
O en el hacha de un carnicero.

                              
APRENDEREMOS A CAMINAR


Para los más de cinco mil niñas y niños
Desaparecidos en Guatemala durante la guerra
Para que sepan que aun los seguimos buscando.

I

Con mis manos llenas de luz
Llamaba a mi abuela
Que vivía en la luna,
Contesto un grito desgarrador
Que reclamaba la presencia
De los que se llevaron vivos.

Toque mi rostro y no me reconocí.
Me llamo por mi nombre
Con un quejido lleno de dolor
Desde el filo del sueño,
contestó la injusticia
Con voz de burla,
Mis labios guardaron silencio
Y escuche lamentos
Con tono de adiós.

Camine sobre el silencio,
Vi los rostros y nombres
De los desaparecidos;
Entonces desperté
Y el recuerdo reconstruyo los días.


II

Los pájaros anidan sobre tumbas
Con un corazón en las garras,
Destrozan la carne de los muertos
Que no tienen nombre.

Con sus picos
Extraen el alma y se alejan errantes,
Vagan por el cielo,
Buscan un lugar donde puedan colocarlos
Y venga alguien a reconocerlos.

El amor también va con ellos
Para que no puedan matarlos;
Las estrellas desde el cielo
Les muestran la ruta
Y las luciérnagas
Alumbran su destino.

Morir en vida
No está en los planes de nadie,
Mucho menos ser una sombra
Que deambule por los campos
Esperando sentir que aún está viva.



III

Quien grita un nombre
En medio del desierto
Tiene heridas tan hondas
Que no le quitan la vida,
Se hacen profundas cicatrices
Como un recordatorio de que está viva
Aunque busque la muerte.


IV

Con el sufrimiento a cuestas,
Sigue la búsqueda de lo que no se extravió
Sino que se perdió
Entre el viento y el espacio.

Los ojos ya sin lluvia,
Poseen  la pupila muerta
y su espiral de luz derramada
En la esperanza,
Tienen miedo de llegar y mirar
Una casa que se ha desmoronado
Con la ausencia.

El día del dolor aún está latente,
Los recuerdos
Muerden con sus dientes afilados
A los que tratan de sobrevivir.
El tiempo le hace funerales a la espera
Con los meses y los años;
Solo una tenue luz
Alumbra el fondo de un lugar
Donde se guarda una mirada
Que no se quiere ver.

V

Aprenderemos a caminar entre sombras
Aprenderemos a tener con luz esa lámpara interna
Aprenderemos a mirar el paso de las estaciones
Pero nunca  a olvidar el rostro del amor de nuestros ausentes.

“¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”

Y yo, aquí,
Contemplando esa misma soledad.







Chary Gumeta. (Chiapas, México). Poeta y Promotora Cultural de arte y la Literatura.  Ha publicado en diversos medios de difusión, así como varios Libros de poesía. Ha sido antologada en diversos proyectos.
Actualmente es coordinadora del Festival Internacional de Poesía Contemporánea SCLC y de Literatura en el Festival Multidisciplinario Proyecto Posh.
E-mail: charygumeta@hotmail.com
Facebook: CharyGumeta

Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño

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