MARIELA CORDERO


Joan Miró





Signo de nacimiento.

He tocado algunas puertas conjuradas para no abrirse jamás

y me hice amante de la intemperie y de la mordida del frio.
Una morada me exhibió sus entrañas humeantes de refugio
 se maquilló como mi irreductible recinto,  
para luego serme esquiva y exhalar cerrojos
frente al ascenso de mi fragilidad.
Aprendí a ser promontorio que habita lo lúgubre
quizás, por un signo de nacimiento.

Otras puertas se abrieron impúdicas 

sin esperar mi anunciación nocturna y mi tacto suplicante 
murmuraban punzantes mantras de invitación
que me laceraban los oídos y sustituían con pavor 
                                                                      mi sed de lecho y calor,
evité adentrarme en sus interiores míseros o suntuosos.

Una puerta se ha abierto como flor que esparce lo piadoso

como un beso que ha lavado la tierra entera
me engulle exultante y me transfigura en huésped y morada.
Eres mi huésped y mi morada
somos el alojamiento mutuo
quizás, por un signo de nacimiento.




Eterno deshacer.


La vida es un largo viaje,

eso rezan antiguos adagios
tan viejos como el desconsuelo y el goce.

No hay viaje

              sólo eterno deshacer
una ininterrumpida descomposición 
como rastro que deja el cuerpo.

Con cada avance crees rozar la dicha

 y das un poco de tu carne
y bocanadas de tu aliento 
que sorbe con fruición la muerte,
hasta que tu travesía signada
por la entrega atroz
termina de vaciarte.

No puedes ofrecer la posesión ultima:

la desnudez.
Ya no eres nada
ya no eres.




Un cuerpo al que pudieras hacer arder. 


No veas detrás de mí la ristra de cadáveres

que parece asediarme y seguirme 
desde un territorio caluroso y lejano.

No veas el signo de desamparo que hay en mis ojos,

febriles por ver tantos incendios.
No veas en mi carne el epítome de un país
                                                         ensangrentado.

No sientas en mi estremecimiento 

                                           el temblor
de los sufren, 
este miedo es único y me pertenece, 
no distingas en mi voz
alaridos de aparecidos,
concédeme el privilegio
de una desolación propia.

No veas en mi rostro 

                               celajes 
de ninguna patria
danzando con la muerte.

Sólo quiero que veas este cuerpo que soy, 

sustancia persistente
                               sin espectros
piel y huesos.
Un cuerpo 
al que pudieras hacer arder






Mariela Cordero (Valencia, 1985) Abogada, escritora y poeta venezolana. Autora del poemario “El Cuerpo de la duda” publicado por Ediciones PublicArte en Caracas, Venezuela (2013). Cuenta con algunas distinciones entre ellas: Tercer Premio de Poesía Alejandra Pizarnik,Argentina (2014).Segundo Premio de Poesía Concorso Letterario Internazionale Bilingüe Traceperlameta Edizioni,Italia (2015).Primer Premio de Micropoemas en Castellano del III Concurso Transpalabr@rte, España (2015). 



Colaboración: Sara Montaño Escobar

EUGENIO LÓPEZ ARRIAZU





Mi casa es now
y el mundo gira
bajo el jet.
Me encarno como quiero:
me hago un tour
defreedom por mis venas.

La vidriera refleja los placeres
por conquistar
finossouvenires por abrir
la luz verde del semáforo... pero
al costado
: lahead sucia
hirsuta viene a –
quethereisn’t
que no existe  −
life-insurance contra contra
la muerte.

La face curtida asoma
sobre mi hombro ‒ absorta
la mirada más acá de los estuches
vedados al deseo
¡pobre! –
del pobre homeless.





Umbral de mármol gastado
por pies ya fiambres:
mi cadena perpetua.
Con un colchón, dos mantas y un carrito
encatro mi ghetto en las verijas
de Buenos Aires.
La vidriera refleja
su jeta complacida: y mi cara
sobre su hombro
en el cogote erróneo.

Te odio con equidad:
como a mí mismo.

Megalópolis


Llevo las venas en la piel
abierta recorrida cuerpo
de arterias exteriores
soy
para mí crezco me expando crezco abarco
más y más territorio: ya / no tendré
límites miles de hombres salen
a caminar / rodar / volar
buscan las fronteras: ya
se desvanecen dejan
de existir: afuera
desplazadas mercurio flexibles
de barrios-continentes asiáticos
europeos norte-centro-sur
americanos
oceánicos africanos polares
marítimos supra-atmosféricos sub
marinos
coincidiré con / seré: planeta.

Me sacudo como un perro
mojado de día de noche me
pongo los pongo
en movimiento sueño
despierta pesadillas
de estar dormida
existo / me muevo / trago
suburbios excreto: inburbios: islas
que ya no expulso: impulso, muevo
sobre mi piel rugosa hueca resbaladiza plena
de excrecencias muevo
los muevo los nómades
ya están en casa / siempre / viajan
días y días meses viajan
sin abandonarme sin salida
desplazados: emplazados.

No tengo reposo descanso pululo
incesante violento anulo
los lugares creo
espacios: rostros clonados idénticos
a la nada: mercurio.

Libre con los hombres labro
mi libertad.

Topos


Bolivia es un desierto
el Titicaca un mar-oasis.
Las dunas unieron
sus montes de médanos
de la Huacachina hasta Atacama.
Después se derramaron
sobre medio continente.
El viento sopla el desierto
en las ciudades
se traga los caminos.
Ayer cedieron
las murallas de contención
de San Miguel de Tucumán.

Nos dicen los topos
del Tawantinsuyu.
Con nuestras narinas adaptadas genéticamente
para respirar bajo la arena
fuimos diseñados
como salvavidas. Pero
éramos pocos
llegábamos tarde.
En el alud de Purmamarca –cuentan–
no quedó nadie
solo la arena
amarilla.
Antes había cerros –parece–
de siete colores
aunque ya no vemos 
todo el espectro.
Quisieron matarnos violando
la ley
de bioética porque
en épocas de hambrunas –decían–  inservibles
comíamos mucho.

De día la arena es tibia y nos protege
del sol, de los drones y los cóndores.

Huyeron
los que pudieron.
Nos reprodujimos
viajamos.
Tumajkuna nos llamamos
en nuestra lengua:
meroderos.
Las ciudades enterradas son nuestras cuevas.
La arena seca y quema los cuerpos
y así tenemos charqui
para mucho tiempo
cada vez que las dunas
reclaman su paisaje.
Viajamos de noche
si hay peligro nos
enterramos.
Somos el color de la arena.
Somos el desierto.
Las capas subterráneas transmiten
los más tenues sonidos
y así sabemos –por
los quejidos–
cuando estamos cerca.

Antes del alba cavaremos
en Tucumán.

La Boca


Invierno.
Por la boca
del Riachuelo entran
marrones de río
las aguas polares.
En los canales se reflejan las ramas
desnudas de los árboles que no fueron
anegados por las aguas.
Un bote fileteado en azul y oro
grita:
“La única Venecia
en Sudamérica;
aquí abajo, bajo el bote,
yace Caminito”.
Un turista me saluda.
De brazos cruzados
apoyado
en la ventana desvaída,
lo veo flotar y después perderse
tragado por la bruma.
El policía antimotines
del puente de enfrente
clava
en el cañón los dedos
y en el gatillo
como una estatua.

Nada se parece al rosa brillante
del lago Retba
donde íbamos por sal



Eugenio López Arriazu.“Topos”, “La Boca” y “Megalópolis” fueron publicados en La revuelta. Buenos Aires, Alto Pogo, 2017. “John” y “Aníbal” son inéditos.


Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño

ELIZABETH REINOSA ALIAGA





George RedHawk.


Decir noviembre es un suicidio


un acto de negar el universo,
de esconderse detrás de una puerta y señalar
con el dedo las heridas.
Un vacío más real que la palabra muerte,
que el flechazo de Ulises contra el muro.

Decir noviembre: la azotea mutilada, el golpe
sin llamarlo privilegio,
una canción en dos mitades: 
él tenía un botón sin ojal, un gusano de seda,
la mirada en la pared y las notas inconclusas.

Ella amó la libertad de cien pueblos
de Algeciras a Estambul,
La ironía de saberse agua, y odiar las dos orillas.

Decir noviembre es otro tiempo de lo absurdo,
un pasado de burbuja,
            una realidad que explota.




Lenguaje

No debes tener miedo
de la abuela
que habla como un santo africano.
En la casa oscura verás sus ojos
encendidos.
En su cabeza
solo hay cenizas del pasado.
Ella te ama
pero no te reconoce.


Fiesta

La familia con sus tortas de merengue
festeja nuestra júbilo
o simula que festeja
el gozo de tener la cabeza cortada
la lengua
y las piernas
nada de palabras
o zapatos que descubran las puertas para huir.
Una celebración con globos:
explosiones de sangre
que se activan con el filo del cuchillo.
Fiestas de la infancia
con bufones
y fotografías que ensayamos
hasta quedar
perfectos.


Dolor real

Cuando era niña
jugaba con martillos
que golpeaban mis dedos.
Tenía una cuerda
para mi cabeza.
Tenía un árbol y una ventana
para saltar.

Pero la edad lo cambia todo
y ahora solo tengo
somníferos y espuma
solo agua
para purificarme
agua y pasiflora
y manzanilla
y tilo
plantas que crecen
en mi estómago
como un ojo
de huracán.


Elizabeth Reinosa Aliaga (Cuba, 1988).
Ingeniera Informática. Miembro de la AHS. Ha obtenido diversos premios, entre los que se destacan el internacional de poesía Voces nuevas (España, 2016), el primer premio en el IV concurso de poesía La palabra de mi voz (Estados Unidos, 2017), el premio internacional Décima al filo (2015) y los premios nacionales Francisco Riverón (2015) y Ala décima (2017). Ha publicado En la punta del iceberg (Poesía, Ediciones La Luz, 2011), Striptease de la memoria (Poesía, Ediciones Montecallado, 2016), Formas de contener el vacío (Poesía, Samarcanda-España, 2016) y Las Seis en punto (Novela para niños, Sed de Belleza 2017). En estos momentos, su cuaderno de poesía Brújulas se encuentra en proceso de edición (Poesía, Ediciones La Luz, 2018). Cuentos y poemas suyos aparecen publicados en revistas y antologías de España, Chile, Argentina, Honduras, Perú, México, Italia y Estados Unidos.


Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño

GABRIELA AVENDAÑO SILVA





LODO


Atascada la tierra en la garganta
resbalando por mi esófago, o
saliendo por mi boca, según sea el caso.

Lodo al hablar, vómito de fango.
Sólo lodo, sólo lodo hay en mí.
Tierra húmeda, infértil.
No hay esperanzas de verdor
No-hay-más-esperanzas.



NO SOY


Yo estoy en cementerios
donde mis palabras yacen muertas
y mi mirada fija
y mi conciencia ausente
me resumen la vida en un vaivén de ilusiones.

Yo camino en la tierra erosionada
que las lágrimas no riegan
erosión que no deja rastros,
y donde la vida pasa desapercibida.

Llego a donde mi memoria
llena de huecos faltos de realidades
atormentan mi ser en un puñado de gritarse hacia el reflejo,
buscando mi ser desaparecido, porque, esa que está ahí no soy yo.

Es un arrancarse los cabellos,
romperse en pedazos
es un cuestionarse contante, para saber si soy yo o es otra con mi cuerpo la que está aquí.

El día, siendo noche, se aprovecha de mí
me abusa con ansiedades que penetran mi ser
mi ser que se harta de tal desesperación
que grita del abuso que éste me provoca;

Y cuando se va, el tormento es tal, que yo no sé si algún día fui, que no soy y que ya no puedo ser.


SILENCIO


Dada mi imposibilidad por comprender la sinfonía del mundo, ya que no me acoplo a su compás, prefiero ser una mujer (¿mujer?) sorda.

Fuera del alcance de las ondas sonoras que quiebran mis ventanas, que se cristalizan hasta convertirse en mar.


EN TRISTES SOLITARIOS

Triste el que observa con impía y soberbia.
Desgraciado el que sueña y no duerme
y no descansa ni espera.
Solitario y vagabundo,
ahogado por sus propias lagunas mentales;
desplazado como aquel que no habla
ni mira por miedo.

Y el frío le quema, el viento le habla.
Imposible de descifrar como la sombra de la angustia
creciente a las espaldas del culpable.

Dios lo ha abandonado a su suerte cual Caín
en los ásperos caminos asediados por los arrepentimientos
en el camino vertiginoso que espía y juzga…
la carne de marmol le traiciona, insípida y fría
como aquel que yace en el sueño eterno




Gabriela Avendaño Silva, nació en la Ciudad de México en el año 1997.
Su vida transcurrió en hospitales por diversos problemas en la columna, diagnosticados a los 11 años, epilepsia y trastornos de ansiedad, diagnosticados a los 16.

Inspirada en la Divina Comedia y Alejandra Pizarnik, comenzó a  escribir.

Entradas populares

Lxs más leidxs