MARILYN LERCH




NAVIDAD

El recuerdo está fijo, como una línea de palabras entintadas e impresas en papel fino,
de una noche de Navidad en la Ciudad de México y yo, abierta de golpe como una lo está a los veinte
en el torrente de la vida, salvaje para que los otros me conozcan entera, viviendo en los ojos de alguien
a quien adoré, amar una pieza de performance, un artificio de alto romance,
para que incluso la línea de penitentes que se raspaban las rodillas hasta Guadalupe
en el aire de incienso se viera hermosa, y luego la multitud se separó en el mercado
de la falda del cerro y había una niña de no más de siete
sus pequeñas manos en los hombros de una mujer, las ruedas de la plataforma baja
chasqueaban junto a ellas, sus ojos negros, espejos de devoción, brillando como si la bendición
del santuario interno del espíritu ya les perteneciera, y las seguí por un rato atraída
por esta unión, preguntándome quién levantaba sobre la cama en la noche a esta sonriente
mujer cuyas piernas eran muñones y si la niña dormía ahí también, sus manos en la espalda son un panorama familiar, y si en todos los días de viaje ella mediría
cómo crecía por el espacio entre su barbilla y la coronilla de la erecta y brillante cabeza,
pero, oh, fue la intención de sus ojos en alguna imagen más allá que trajo la
pesada, terminal presión en mi corazón que se rendía y que marcó este nuevo y temeroso, este posible amor.


NAVIDAD

The memory is fixed, like a line of words inked and pressed into fine paper,
of a Navidad night in Mexico City and I flung open as one is at twenty
to life at flood tide, wild to be fully known to others, living in the eyes of one
whom I adored, love a performance piece, an artifice of high romance,
so that even the line of penitents scraping on their knees up to Guadalupe
in the incensed air seemed beautiful, and then the crowd in the market
at the bottom of the hill parted and there was a child no more than seven
her small hands on the shoulders of a woman, the wheels of the low platform
clicking along, their dark eyes, mirrors of devotion, shining as if the blessing
of spirit’s inner sanctum was already theirs, and I followed for awhile drawn
by this bonding, wondering who lifted onto a bed at night this smiling
woman whose legs were stumps and if the child slept there too, hands on the
back’s familiar landscape and if in all the days of travel she would measure
growth by the space between her chin and the top of the erect glossy head,
but, oh, it was their eyes intent on some image beyond that brought the
heavy, handset press down on my yielding heart, imprinting this new and
fearful, this possible love.



QUÉ TIENES QUE DECIR POR TI MISMO, POETA

En estos tiempos
cuando tanto está terminando,
cuando lo que se pierde
no regresará,
Poeta,
¿qué tienes que decir por ti mismo?
Yo digo
que el punto de inflexión ya pasó,
lo peor está por venir.
Tras arañar hasta el pináculo
vemos
las ruinas esparcidas abajo,
lo que las hizo
dará   impulso
al rápido descenso.
Entonces encuentra un claro arroyo
y despídete.
Yo digo
que sabemos que no podemos seguir así
y sabemos que seguirá así,
sabemos lo que se tiene que hacer
y sabemos que no se hará.
Relojes climáticos
se vuelven advertencias por todos lados,
poetas vuelven las advertencias
en profecías que
revelan una época en la que
todas las predicciones
todas las ficciones
todas las discordias
todas las mentiras
eran posibles,
entonces escucha a un ruiseñor
y llora.
Cuando la ciencia está
ideando
una nave espacial del tamaño de un microchip
adherido por un rayo láser
a una delgada membrana como vela
acelerada al veinte por ciento
de la velocidad de la luz,
mientras bebés se hinchan y mueren,
y los obscenamente ricos
se congelan a sí mismos
para evitarse una mala racha,
yo digo
híncate delante
del último elefante.
Yo digo
que el siglo 21 ya es un museo
de demasiados
vivos inútiles, desposeídos
en una corta mecha de ira,
Técnica
es su propio contexto,
se come su propia cola
exprime la cultura
en una pulpa
Entonces trepa un árbol
Y mira lo salvaje irse.
Yo digo
que la tierra se convirtió en una apretada herida
sistema nervioso híperdenso
de millones de conexiones
cuyos defectos
pueden iniciar el caos en cualquier lado.
Yo digo
Esta es nuestra historia
cuyas reclamaciones continuarán
muchas generaciones más.
Qué tanto, qué, quién termina
aún se está por saber,
semillas de
nuestra belleza, nuestra resiliencia,
nuestra bondad, nuestra resistencia
continúan cayendo
mientras reconsideramos en la oscuridad
qué es la luz.

WHAT DO YOU HAVE TO SAY FOR YOURSELF, POET

In these times
when so much is ending,
when what is lost
will not return,
Poet,
what do you have to say for yourself?
I say
 the turning point is past,
the worst is yet to come.
Having clawed to the pinnacle
we see
the ruins strewn below,                  
what made them
will      power
the rapid descent.
So find a clear running brook
and say your goodbyes.
I say
we know we cannot go on like this
and we know it will go on like this,
we know what must be done
and we know it will not be done.
Weather watches
change to warnings everywhere,
poets change warnings
into prophecies,
revealing a time when
all predictions
all fictions
all disharmonies
all lies
were possible,
so listen to a songbird
and weep.
When science is
devising
a computer chip-sized space craft
attached by a laser beam
to a thin sail-like membrane
accelerated to twenty percent
the speed of light,
while babies bloat and die,
and the obscenely rich
freeze themselves
to sit out a rough patch,
I say
fall on your knees before
the last elephant.
I say
the 21st century is already a museum
of the too many
living useless, dispossessed
on a short fuse of rage,                          
Technique
is its own context,
eats its own tail
squeezing culture
to a pulp    
So climb a tree
and watch the wild go.  
 I say
Earth has become a tightly wound
hyperdense nervous system
of trillions of connections   
whose malfunctioning
can trip start chaos anywhere.
I say
This is our story
whose claims will continue
many generations down.
How much, what, who ends
yet to be known,
seeds of
our beauty, our resilience,
our goodness, our resistance
continue to fall
as we rethink in the darkness
what light is.



MARILYN LERCH es demasiado vieja para disculparse por cualquier cosa y lo suficiente para haber organizado y marchado en contra de la guerra en Vietnam y subsecuentes aventuras imperialistas de su país de origen, Estados Unidos. Encontró su voz poeta en Sackville, New Brunswick (Canadá) y tiene tres colecciones de poesía para demostrarlo: Lambs & Llamas, Ewes & Me; Moon Loves Its Light; Witness and Resist y The Physics of Allowable Sway. Vive con su pareja, Janet, esperando el fin del mundo, pero confiando en que la poesía pueda demorar su deceso.

CLAUDIA GARCÍA es estudiante de la Licenciatura en Lenguas Modernas y Gestión Cultural de la Universidad Anáhuac. Tradujo el libro B&W de la poeta rumana Diana Manole, del cual tres de los poemas traducidos fueron publicados en la revista digital El Humo. Es ganadora del 10° Concurso Nacional de Ensayo Filosófico Preuniversitario “Problemas Éticos de la Sociedad Actual” en el año 2014, organizado por la Universidad Iberoamericana. Actualmente está escribiendo su primer libro de cuentos.


POLET ANDRADE


Manual para sobrevivir el lunes
                                                                      
Digamos que hay que bajar las escaleras:
necesito escribir claro sobre un papel rojo y dárselo a leer a un daltónico.
El papel debe ser leído antes del martes.
                                                                      
Necesito deletrear la palabra “urgente”
con cuidado de no alzar la voz a la recepcionista,
pero antes, debo lavarme sin agua
para no saludar con una mano sucia,
como si por error, alguien pudiera verla.
                                                                      
Digamos que hay que bajar por las escaleras:
necesito con urgencia ese papel rojo,
una mano limpia
e inventar un saludo invisible                             
todo sin tocar los peldaños con la suela izquierda.

Se lo repito :
el lunes sólo está permitida la suela derecha.                                                            
Si prefiere, hoy puede saltar las escaleras pero sólo en números pares,
escribir únicamente en consonantes
y recitar en decasìalabos a los sordos, porque desde luego, ya es martes.



De la muerte y otros trucos

Pienso en mi suicidio como el día en que nací,
cuando me prescribieron venenos lentos.

Construimos mausoleos sin esquinas,
 como hace la naturaleza con sus muertos.

Mi madre, el look hipersexual caducado,
era una casa grande para todos mis hermanos.

Y Dios padre se quedó ciego, mudo y sordo
a medida que nos encontramos,
cada quien hablando desde un abismo distinto.



Erizos

No sabría decirte qué es la noche
sin que me extiendas la mano
y hables de cómo la luna cabe
en tu palma sin el menor esfuerzo.

Tus manos ignoran cómo el cuerpo hace el amor
a la humillación 60 veces por minuto
y cómo las ojeras se clavan a unos ojos
que no  miran más que a la nada.

Afuera, el tiempo pasa a la vez
que exhalamos el aire podrido
de todos los muertos.

Que las espinas se arrancan
al mismo tiempo que cuestionamos
el amor a las flores

Soñamos con otra piel más densa
de la que nos cubre los huesos,
las vísceras, la debilidad de la carne.

Te diría que por naturaleza,
todos los dedos se afilan
por cada instante que se
nos escapa de las manos.

Y que llamamos espíritu a todo aquello que
no tiene memoria sanguíneas
más que las mitades dispersas.

Nos hace falta la espina precisa
para acariciar nuestras piel transparente.
Las mitades que que miran a la vida en celo,
con la misma espina que tocan, acarician, desean.

Te diría entonces, que los días son largos
y nos guiñan unos ojos con destino
hacia una colección de venas podridas
con el poder de recordarlo todo,
excepto a ella misma.

Soy una calca todas las cosas que no soy,
pero que llamo mío.

Y un filamento guardado en tu pecho
que no sabe que ya es de noche.
                                                           
                                                                                  
                                                                      
Daddy Issues
                                                                                                                     
Nunca nos conocimos, pero eso no importa,
mi jefe es como el padre que nunca tuve.
                                                                      
Aunque no me llame por mi cumpleaños
y la monotonía de oficina me escupa en la cara,
con el maternal parecido de un chanclazo.
                                                                      
¿Qué me califica?
El talento de sentarme en un escritorio y sangrar,
sangrar aunque duela como mil demonios,
sangrar como la madre del año.
Cariño, todo sea por nuestros vástagos.
                                                                      
Mi trabajo consiste en crear, parir
y mamar a punta de tecladazos.
Mis retoños son mi fondo de pantalla;
un espacio reservado en el estacionamiento.
                                                                      
Cada obra es la cicatriz en la cara de cicatrices
 de un héroe empapado que vuelve a casa.
“Ese es mi hijo”, dice su padre
(avisándome que ya firmamos otro contrato).
                                                                      
Si bien, en nuestra cartera jamás sobra el dinero,
como las postales en efectivo de mi jefe,
la gente aplaude, no al billete, a la obra:
¡Qué bonita! ¡Qué moderna! ¡Qué valiente! Mírala, qué grandota,                         
paseándose en el bolsillo de papá; miren, sólo ella, tan cerca de su corazón.
                                                                      
La obra come caviar tres veces al día y su único miedo es morir sola.
Ella existe en otra dimensión donde los tres nos sentamos
frente a una pantalla plana a reírnos hasta escupir sangre.

Donde           no nos preocupa la economía en decadencia, las deudas, ni el dólar.
Viviríamos sin miedo a ninguna gran depresión, más que la nuestra.
                                                                                                         
Mi jefe es como el padre que nunca pedí, el único que merezco y que resiento.
Porque cuando regrese a mi casa a lamer unos platos vacíos,                                           
sólo pensaré en el hubiera: nuestra gran depresión.
                                                                      
Sólo pensaré si alguno de mis retoños dará con la píldora que los cure
de la vida que se desliza sobre un coche del año, de la monotonía
cuando ni siquiera el dinero alcance para salvarlos.
                                                                      
Pero una madre siempre sabe, nuestra obra estará bien.
Será irremplazable, estará sana, nació para ser un héroe.
                                                                      
El trabajo. Nunca nosotros.

           


Polet Andrade G. (Michoacán, 1994) Guionista, artista y escritora. Sus poemas y microrrelatos han aparecido en diversas antologías, blogs y suplementos de revistas en México y España. En el 2013 su cortometraje “fractura de una luz frenética” fue proyectado en el festival Short Shorts Morelia (2013).
Durante el día ella trabaja como guionista/storyboardista en una casa productora, el resto del tiempo viaja en búsqueda de mezcal, libros y nuevas formas de evitar ser succionada totalmente a la vida laboral. 

KETTY BLANCO




QUIÉN ANDA AHÍ


Hay alguien parecida a mí en una oscura celda. Lo sé, porque se ha abierto en lo alto una ventana, y la luz ha develado el cuerpo.

Alguien que detenida en sus muros, descubre un cuarto. El cuarto de su casa.

Luego escucha una voz y el sonido revolotea como una pobre reminiscencia de otra voz de afuera.

Es su voz que sale de otra boca, que por algún resquicio de su cuello gotea mientras inútilmente se aferra al picaporte. 

Cómo atravesar la puerta,

Quién es aquella desconocida que la suplanta.


SER

El helado se derrite en mi mano.
Una gota cae sobre el vestido.
La dejo ser.
Las religiones se disputan el Ser.
Los filósofos discuten sobre el Ser.
Mientras,
una mancha oscura
es
en mi ropa.




CEBOLLAS MORADAS

  
Él no puede dejar de sangrar,
entonces corre a la cocina y
corta cebollas.
Ella come dulces
hasta que el azúcar se vuelve vértigo,
se esconde para cortar
cebollas.
Ante estas ganas de matar,
corto los bulbos en trozos muy delgados.
Miro el filo del cuchillo. El agua corre.


FRASES PARA UNA NOVELA QUE NO ESCRIBIRÉ


La mirada de una mujer inteligente.
El cartel lumínico que anuncia “Bienvenido”
y el que dice “Cerrado hasta la una”.
La cebra tendida como un animal muerto en mitad de la calle.
El cafecito acabado de colar. La astucia y el olor de ese café.
Un pincel que dibuja puertas y figuras de humo.
Los gestos de asco ante el vómito ajeno,
sobre todo ese vómito. 
Pero igual el bosque.
La profunda oscuridad del mar
y el agudo reclamo de su llanto. 
Un trozo de tela brillante.
El agujero negro, tentáculos insaciables de algún pulpo divino.
La cereza madura.
El aliento de aquel desconocido.
Una historia construida con muchas voces falsas.
Soy la que soy.
No existo.


NUNCA PODRÉ CREAR

Excepto quizás una vida más larga/ para
encontrar nuevas excusas.
Charles Bukowski

Escribiré solo cuando tenga la habitación propicia.
O propia. Ahora es imposible. Duermo en la sala.
Dos viejas señoras llegan todos los días
a coserse con mi madre,
y yo debo apurarme para desayunar, pues la mesa
se ocupará con telas y carretes. Pero me digo que
si no escribo ahora, si no soy capaz de encerrarme
debajo del sofá, gruñendo como un perro
mientras las voces de las señoras golpean
con saña mis oídos,
perderé definitivamente el apetito.



PARA VENCER EN LA GUERRA



Antes de afrontar una batalla, voy a la ducha.
Bañarme me forja. Restregar mi cuerpo con la esponja
empapada de jabón, olor a sándalo y confianza.
Una espuma turbia baja a escurrirse por el tragante.
Erguida, la observo como si examinara al enemigo desde una colina. Mientras, continúo frotando mi piel, puliendo la armadura.
Cuando me seco, la ira yace tendida a mis pies,
hecha tufo, cadáver.


CANTO A MÍ MISMA


No soy Helena de Troya, pero soy bella,
le digo cada mañana al espejo.
No necesito una ciudad a mis pies,
o la ruina de una ciudad a mis pies
para saberme dichosa. Mi nombre es otro,
mi nombre clavado entre inútiles palabras.
No soy Helena, pero al barrer estas cenizas
algo habrá sido diferente.



Ketty Blanco Zaldívar (Camagüey, Cuba, 1984). Poeta. Licenciada en Estudios Socioculturales. Egresada del Curso de Narrativa del Centro Onelio Jorge Cardoso. Ha sido premiada en el concurso provincial Riesgo De Decir, Camagüey 2005 y en los concursos Ada Elba Pérez y El Camello Rojo, 2006.

Colaboración: Luisa Isabel Villa Meriño

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