JOAN CASAFONT GASPAR

CÍRCULO

 A veces, de repente,
 me vienen muchas ganas
 de dibujar un círculo,
 de dividirlo en partes
 trazando algunas líneas
 que pasen por su centro
 a modo de diámetros,
 y después retocarlo con mucha precisión
 sacando la puntita de la lengua
 como cuando haces algo de forma minuciosa.

 Esto puede ocurrirme en cualquier sitio,
 a veces en la cama
 cuando rozas mi pierna con tus dedos,

 otras cuando me inquieto
 y no puedo escapar de este plató
 donde estamos rodando esa extraña película
 que se llama “vivir”.

También sucede a veces si recibo un whatsapp
 que no tiene sentido ni consigo entender,
 como si el enviar unas caritas
 y varios corazones de colores
 significara algo
 después de tanta rabia vomitada.

 No sé por qué me pasan estas cosas,
 ya lo pensaré luego.

 Y ahora cierro aquí este poema
 que pretende meterse en suelos pantanosos,
 que ahora tengo ganas
 de dibujar un círculo,
 de dividirlo en partes
 de sacar la puntita de la lengua
 y todo lo que sigue.

LA POESIA EN EL SUPERMERCADO

 Hoy he despertado poeta.
 Me he duchado,
 me he vestido con mi ropa de poeta,
 he salido a la calle
 y muy contento y peripuesto
 he entrado en el supermercado.

 Oh!
 Cómo paseaba por los pasillos,
 arriba y abajo, con mi pinta de poeta.
 En la zona de congelados,
 entre melones y sandías,
 orgulloso, con mi mirada de poeta,
 de ser un genio del verso,
 un artista de la palabra escrita.

 Ay!
 Cómo me miraba a la gente
 con sus carros cargados
 y recargados.
 Qué recursos, qué expresiones,
 qué belleza en las anáforas
 de las ofertas del día.
 Entre leches enteras y desnatadas
 he desplegado esplendorosos versos.

 Sí!
 Entre metonimias y prosopopeyas
 he cogido un pack de cuatro yogures,
 y me he dirigido a la caja
 dejando rastros de poesía.

 La cajera me ha preguntado:
-¿Tarjeta de cliente, señor?

 -No, pero soy poeta.
 Le he respondido.

 La cajera me ha sonreído.

 Yo he pensado:
“Cómo entiende esta chica de poesía”


EL HOMBRE QUE SURGIÓ DE UN LÁPIZ

 El hombre que surgió de un lápiz
 se cubre de grafito la lengua y las sonrisas
 y suele transformarse en árbol o en ladrillo
 según vayan la luna y los planetas.
 Vive en algún rincón,
 allí donde las calles pierden la identidad,
 duerme bajo los puentes o sobre las cornisas
 y se despierta pronto cuando el día amanece
 y nos pinta aceitosas las calles y las letras.

 Y los días de lluvia
 (aquellos que nos dejan cerca de las ventanas)
 se convierte en un charco o en un impermeable.

 A veces nos persigue,
 se mete en nuestras casas y nos esconde algo,
 las llaves, los mecheros, los mandos, la ternura.

 Un día,
 quizás un lunes,
 me lo encontré en mi cama,
 tenía más espinas clavadas en su cuerpo
 que aquella rosa roja que quise regalarte.
-¿Recuerdas aquel día?
 (No existen calendarios
 capaces de olvidar aquella fecha)

 Al hombre le di un zumo y algunas aceitunas
 después de protegerle las heridas
 y le propuse un juego para pasar las horas.
 Acabamos cantando canciones de los Beatles
 sentados en pijama en el sofá.

 Después fueron constantes las visitas
 casi cada domingo venía hasta mi casa
 cargando las cometas que volaban errantes
 ansiosas por la mano de algún niño
 que quisiera llevarlas de nuevo por la costa.

 Se mueren las cometas, contaba siempre el hombre,
 por ver romper las olas desde el cielo,
 por ver como los padres
 enseñan a sus hijos
 a sujetar con fuerza algún futuro.

 A veces se creía que me hacía retratos
 colocando sus dedos
 como si sujetaran una cámara.
 Yo siempre sonreía al objetivo.

MÁS ALLÁ DE LAS SOMBRAS

 Escribir un poema
 más allá de las sombras
 y deshacer los nudos de silencios
 que invaden y nos hieren las gargantas.

 Deletrear tu voz muy poco a poco,
 como la deletrean tantas voces
 e intentar ser semilla y ser cobijo
 de esa mano que escribe
 y acoge todo un cosmos con sus dedos abiertos.

 ¿Acaso el infinito es suficiente
 para este firmamento de poemas?

 Salir y despertar a todas las ciudades
 que siguen proyectando
 la rabia y la tristeza en las paredes
 y recorrer las calles persiguiendo algún sueño

y llamarlo de nuevo, L I B E R T A D.





Es difícil hablar de uno mismo, pero mucho más difícil sería hablar de leksandr Boyirskava, básicamente porque no sé quien es.
Como mi nombre indica, yo nací y un día decidí escribir porque no había muchas más opciones.
Actualmente la poesía representa un modo de expresar la relación que mantengo con mi entorno y conmigo mismo.
Todo lo que sé de poesía se lo debo al foro literario de trabajo “Ultraversal.com”, donde participo y donde se conserva toda mi obra poética.
Un día de estos voy a morir, pero la poesía siempre existirá, se encarguen los poetas de traducirla en palabras o no.

*

Colaboración de Manolo Marcos



CHARLES BAUDELAIRE


LA MUSA ENFERMA

Mi pobre Musa, ¡ah! ¿Qué tienes, pues, esta mañana?
Tus ojos vacíos están colmados de visiones nocturnas,
Y veo una y otra vez reflejados sobre tu tez
La locura y el horror, fríos y taciturnos.

El súcubo verdoso y el rosado duende,
¿Te han vertido el miedo y el amor de sus urnas?
La pesadilla con un puño despótico y rebelde;
¿Te ha ahogado en el fondo de un fabuloso Minturno?

Yo quisiera que exhalando el perfume de la salud
Tu seno de pensamientos fuertes fuera siempre frecuentado,
Y que tu sangre cristiana corriera en oleadas rítmicas,
Como los sones numerosos de ]as sílabas antiguas,
Donde reinan vez a vez el padre de las canciones,
Febo, y el gran Pan, el señor de las mieses.

EL MAL MONJE

Los claustros antiguos sobre sus amplios muros
Despliegan en cuadros la santa Verdad,
Cuyo efecto, caldeando las piadosas entrañas.
Atempera la frialdad de su austeridad.

En días que de Cristo florecían las semillas,
Más de un ilustre monje, hoy poco citado,
Tomando por taller el campo santo,
Glorificaba la Muerte con simplicidad.

—Mi alma es una tumba que, pésimo cenobita,
Desde la eternidad recorro y habito;
Nada embellece los muros de este claustro odioso.

¡Oh, monje holgazán! ¿Cuándo sabré yo hacer
Del espectáculo vivido de mi triste miseria
El trabajo de mis manos y el amor de mis ojos?

LA VIDA ANTERIOR

Yo he vivido largo tiempo bajo amplios pórticos
Que los soles marinos teñían con mil fuegos,
Y que sus grandes pilares, erectos y majestuosos,
Hacían que en la noche, parecieran grutas basálticas.

Las olas, arrollando las imágenes de los cielos,
Mezclaban de manera solemne y mística
Los omnipotentes acordes de su rica música
A los colores del poniente reflejados por mis ojos.

Fue allí donde viví durante las voluptuosas calmas,
En medio del azur, de las ondas, de los esplendores
Y de los esclavos desnudos, impregnados de olores,

Que me refrescaban la frente con las palmas,
Y cuyo único afán era profundizar
El secreto doloroso que me hacía languidecer.

EL PERRO Y EL FRASCO
-Lindo perro mío, buen perro, chucho querido, acércate y ven a respirar un excelente perfume, comprado en la mejor perfumería de la ciudad.

Y el perro, meneando la cola, signo, según creo, que en esos mezquinos seres corresponde a la risa y a la sonrisa, se acerca y pone curioso la húmeda nariz en el frasco destapado; luego, echándose atrás con súbito temor, me ladra, como si me reconviniera.

-¡Ah miserable can! Si te hubiera ofrecido un montón de excrementos los hubieras husmeado con delicia, devorándolos tal vez. Así tú, indigno compañero de mi triste vida, te pareces al público, a quien nunca se ha de ofrecer perfumes delicados que le exasperen, sino basura cuidadosamente elegida.

UN HEMISFERIO EN UNA CABELLERA

Déjame respirar mucho tiempo, mucho tiempo, el olor de tus cabellos; sumergir en ellos el rostro, como hombre sediento en agua de manantial, y agitarlos con mi mano, como pañuelo odorífero, para sacudir recuerdos al aire.

¡Si pudieras saber todo lo que veo! ¡Todo lo que siento! ¡Todo lo que oigo en tus cabellos! Mi alma viaja en el perfume como el alma de los demás hombres en la música

Tus cabellos contienen todo un ensueño, lleno de velámenes y de mástiles; contienen vastos mares, cuyos monzones me llevan a climas de encanto, en que el espacio es más azul y más profundo, en que la atmósfera está perfumada por los frutos, por las hojas y por la piel humana.

En el océano de tu cabellera entreveo un puerto en que pululan cantares melancólicos, hombres vigorosos de toda nación y navíos de toda forma, que recortan sus arquitecturas finas y complicadas en un cielo inmenso en que se repantiga el eterno calor.

En las caricias de tu cabellera vuelvo a encontrar las languideces de las largas horas pasadas en un diván, en la cámara de un hermoso navío, mecidas por el balanceo imperceptible del puerto, entre macetas y jarros refrescantes.

En el ardiente hogar de tu cabellera respiro el olor del tabaco mezclado con opio y azúcar; en la noche de tu cabellera veo resplandecer lo infinito del azul tropical; en las orillas vellosas de tu cabellera me emborracho con los olores combinados del algodón, del almizcle y del aceite de coco.
Déjame morder mucho tiempo tus trenzas, pesadas y negras. Cuando mordisqueo tus cabellos elásticos y rebeldes, me parece que como recuerdos.

Traducción: EMS Danero



Charles Pierre Baudelaire (1821 – 1867) fue un poeta, crítico de arte y traductor francés. Paul Verlaine lo incluyó entre los poetas malditos de Francia del siglo XIX, debido a su vida bohemia y de excesos, y a la visión del mal que impregna su obra



CRISTINA RIVERA GARZA

II

¡MACABRO!

Esta mañana
un hombre (de aproximadamente 30 años de edad):
fue descubierto sin vida
atado de pies y manos y vendado (de los ojos)
en una zanja

(Así lo escribí yo).

La policía ya
(investiga el caso).


IV.

IR Y NO VENIR

Ir al Ministerio Público y regresar del Ministerio
Público. Ir a la muerte.
Hacer preguntas acerca de la muerte.
Tomar fotografías de la muerte. Callarse
junto a las imágenes de la muerte. Tener frío.
Escribir sobre la muerte. Sobre las preguntas acerca
de la muerte.
Escribir: muerte. Separar las sílabas. Desentrañar
letras.
Escribir la muerte. Abrirla.

(Una lata de sardinas. Una lápida. Una ventana.)

No volver nunca de la muerte.
Quedarse en la muerte.


XVI.

UN LIBRO PARA MÍ

El eco y la mano del eco: una respuesta que no.
El origen del eco. Una savia
esa manera de estar en paz: algo resuelto.

Todo en su lugar.

¿Y qué es un lugar y qué un hecho?

El helecho lo entristece. El lecho. Un hecho.

Escribo un libro para mí. En voz alta
leo lo que me escribe y me desnuda

(desnudar es lo propio de la muerte).

La frase corta la página en dos. La lengua. El cuerpo.

Te arrepentirás, dice. En voz alta

el libro que escribo para mí me lee

(interpretar es lo propio de la muerte)

Hay un ramillete de brazos y piernas. Sesos.
Todo sobre la mesa que es un ataúd que es una puerta.

Algo se abre por dentro. Mira.

Yo pude haberte dado una llave. Yo pude
entregarte la paz.


XI.

MINÚSCULO [ILEGIBLE] DESCRIPTIVO

Es como si hubieras vomitado por largo rato y, luego, vomitado todavía más (un amanecer, sobre una pared marcada por el lado más estrecho de la moneda. Esa línea). Lo que queda sobre los dientes machacados, detrás de los labios cuando se cierran, en la humedad humana de la boca. Las frases adversativas “agrio pero puntiagudo”, “podrido pero etéreo”, “acedo pero rojo”.



Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, México, 1964) Escritora.  
Autora de Nadie me verá llorar (Tusquets, 1999), La cresta de Ilión (Tusquets, 2002), Lo anterior (Tusquets, 2004), Verde Shangai (Tusquets, 2011), La más mía (Tierra Adentro, 1998), Los textos del yo (Fondo de Cultura Económica, 2005), La muerte me da / Anne-Marie Bianco (Toluca: ITESM-Bonobos, 2007), entre otros.

ALEJANDRO A. BENÍTEZ

EL OTRO
A Rafael

9:09
Siempre te vas
a las nueve con diez
y a las nueve con once
dejo de existir.

Tu aroma 
todavía me envuelve,
y el calor de tu cuerpo
comienza a abandonarme.

El charco en mis ojos
inunda las pupilas
del color de tu piel
enredado en mis pestañas.

Mis labios solos 
                se raspan
besando la almohada
y el lado tibio de la cama.
9:21
Las paredes apenas callan
los ecos de esta casa vacía
envolviendo mis manos
con la sombra de tus piernas.

La cama está sin tender
y la sábana revolcada 
con partes de mi alma en ella
por culpa de las ocho y veintidós,

(8:22
Quiéreme con cada diente
con «apúrate, ya van a ser las nueve»
con «no te vayas y duerme acá,
siempre es la misma contigo»).


ALACENA

En la alacena de mi cuerpo
siempre      habrá algo para ti;

para esos días cansados
cuando no quieres cocinar,

por si un día vienes a cenar
                 o si te quedas a dormir.


DESCOMPONIENDO A CHAPARRO

La ciudad está muerta,
las luces son pequeños ojos rotos que nos vigilan.

El ruido del agua inunda el bar,
 la calle refleja el resplandor apagado del día.

El humo azul de su cigarrillo me envuelve 
y me tira la ceniza en el pelo.

Se toma un vaso de brandy
y me da un beso en los labios.

La lluvia
                 el brandy.

Me marea y me abro paso por su garganta,
tocando con la lengua sus amígdalas,

su aliento me recuerda a las mañanas de sol.

Me inyecta sus babas en el cuello
y todos sus sueños vueltos mierda.

Sus palabras se meten por toda mi sangre.

Mis manos huelen a sus nalgas,
a sus labios de humo azul.

La noche se nos cae a pedazos

y nos perdemos bajo la luz
bajo la lluvia.


AUSENCIA

Debo dejar de desayunar tabaco
de besar el filtro como a tus párpados
de volver los días humo
                (y contar que hace dos cajetillas no te veo)
de aventar ceniza al alma
y abandonarla por partes                  con cada colilla
.

 LENGUAJE DE SEÑAS

Cuando el lenguaje te abandona
oraciones se forman en el espacio entre tus dedos

puedo saborear el atardecer en tus lunares,
la piel entre las uñas,
el aliento a palabras podridas.

Cuando el lenguaje me abandona
puedo leer los capítulos de tu cuerpo;

vuelvo tu piel legible,
mis manos averiguan dónde has estado
buscando a centímetros 
las letras que expliquen el silencio.

Cuando el lenguaje nos abandona
armamos conversaciones con el pulso

reconocemos lo que callamos
y para no descarnarnos la boca hablando,

nos miramos

y con los ojos secos,
decimos adiós sin articular.

  
AZUL

Lame tu lengua
y compara el sabor de cuando me besas.

Que tus quijadas se cansen de masticarse entre sí.

Baila para mí 
                en vertical 
                       a ciegas.

Que gritos de auxilio sean lo que te oriente.

Dibújame sonrisas con la sal de tu frente
y deja a tu saliva que se llene de gozo 
            por convertir la noche en día,
la sangre de tus labios al partirse.

Aprende a proveer tu piel
en lluvia de manos;
deja que te aten
como cuerdas a troncos.

Tu pulso    corre dentro de mi puño. 
Libérate siendo mi preso,
enciende un cigarrillo
y trata de alcanzar el humo.

Siente al viento alabar el dolor en tus muslos.

Corre 
          en silencio.

Duerme en mi respiración
(con mi imagen en tus párpados).

Mientras sueño
nota mi ausencia,
y finge no haberlo disfrutado.


Alejandro A. Benítez (Mazatlán, Sinaloa, 1993). Poeta y fotógrafo; tomó clases de dramaturgia en la ciudad de Guadalajara (Jalisco). Ha asistido a talleres impartidos por Hernán Bravo Varela, Christian Peña y Fernando Alarriba en Mazatlán y Josué Ramírez en Morelia (Michoacán). 
Forma parte de la antología poética Lumbre (Palabras del Humaya, 2015) como muestra de trabajos creativos del taller "La Frontera Indómita

Colaboración: Jesús García Mora


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