IXCHEL MERCEDES GARCÍA


ESPERO del blanco de la habitación un crujido de madera

pasos  desnudos sobre rombos verdes

y la ducha que no.


Mi sábana se arremolina en los pies,

para recuperar la certeza
 
de que las manadas de búfalos

nacen al amanecer.




BUSCO con las yemas

el vació de clavos en la pared,


(Perdí las llaves) 


otra,

otra vez,


las horas son resaltar palabras en el periódico,

darles los nombres de mis hermanos a los vegetales,


(Recuerdo noches que viví en la calle de Berenjena)


el doctor ha dicho que me restan ocho minutos,


(Ocho)


pienso que en las escaleras están las esquirlas del verano

y tras los ojos de la gente

hay enjambres

como tumbas que anidan infiernos.


(Quiero ser caballo)


Tenga, su disfraz,

y espere al Halloween,

me dice el doctor.




LA GENERACIÓN

que terminó vistiendo como su padre,


lentes de pasta

pantalones caqui

y camisa azul a cuadros.


He dejado de verme en los espejos de los elevadores.


Mi infancia está en el sonido óxido de un columpio,

el lote baldío donde dibujé arañas,

y los zapatos que cuelgan de los cables.


Crecí para negar el domingo,


para pasear por los pasillos del supermercado

como si estuviera en una galería.


La generación que dormita bajo el titileo de un foco desnudo.


Lavo la ropa en la bañera

y la estática del televisor es el soundtrack de la madrugada.


Are you talking to me?


Sólo en las habitaciones oscuras me gusta bailar.




SUBO a los puentes peatonales por las tardes,

el ruido de los automóviles

y griterío de pájaros

me hace pensar en incendios,

en un televisor que olvide apagar

donde un hombre se amenaza en el espejo.



DISFRUTO la libre elección de lo que meto a mi carrito,

de escuchar a las parejas discutir

sobre si llevar huevos orgánicos o no,

sobre si aumentar sus niveles de obesidad o no.



Y en la larga fila

pienso que si existiera el purgatorio sería esto;

una cajera nueva,

clientes que pagan la cuenta con tres tarjetas

y el corte de caja justo cuando llega mi turno.



(Ésta es mi eternidad)


leer horóscopos de revistas corazón,


 conocerás a alguien especial


 adivinar


A un soltero cuarentón:

embutidos,

pan de caja,

leche deslactosada.


Casado con hijos:

yacult,

huevos,

toallas femeninas.




Un oficinista recién independizado:

zucaritas,

six pac de cerveza light,

Raid mata cucarachas.



Domingos enteros

en los pasillos del súper mercado


      - atún

      - lechuga

      - vodka  



Ésta es mi eternidad.



EL CELULAR

cada mañana

me tiene un tono

(No es llamada)


Bajo las escaleras del subterráneo

   de dos

       en dos escalones


Imagino mi caída

enumero las posibles lesiones

  
muñeca

tobillo   cadera

barbilla

  
(Señora  

  a su hija se le ha partido el cráneo)


Y
en el bochorno naranja

entro al anden de perfume Avon

de bocas frescas que con prisa quitan pelos y se dan rojo

niños-zombis ingiriendo el atole entre estación y estación

y jovencitas de altos flecos que buscan su imagen en las ventanillas



Corro con el café en la mano
(sin azúcar)



las mismas calles
el olor de los liquidámbar húmedos
las hojas que crujen bajo los neumáticos de un bus 
me recuerdan

vivo



Vivo para habitar un cubículo

y esperar los viernes

      chilaquiles en el pasillo


I would prefer not to


Para escribir lento 
y ser el rino  cero
más cero que rino  y esconder mi rostro tras el monitor


Para tener un jefe

que se siente el director de la secundaría

(me gusta creer que fue el niño orinón del kínder)



ta-ra ra ra ra-ra ta-ra 

ta-ra ra ra ra

en mi cabeza suena Sex Type Thing cuando habla


I would prefer not to


Me gusta ver a la recepcionista pintarse las uñas

fucsia

rojo Ferrari

amarillo Lamborghini

lamerse un dedo y delinearse las cejas



me gusta verla flirtear con el chico de repartición

con los de ventas               

el dueño

el cuarentón fuertecito que rellena la maquina de frituras



Perder mis días entre pasillos

bajo la luz

        que zumba como la de los hospitales


bajar

  y subir

por el ascensor

 preguntarle las nuevas a la chica de intendencia



 y llegar al jueves que dormita en el baño

en el estacionamiento
sobre la banca del parque


ser sueño zero   rino-zero

lento  lento


decirme

  no olvides sacar el tupperware del frigorífico

  no camines por la calle con tu gafete


Porque va largo el día sin

largos  sin no

van los días sin nombre



Dejo de mirar por la ventana

mido el tiempo por las idas al seven-eleven



El cero del rino

ser rino en cero días

la llaga que no se abre


Rino  rino-zero   tienes cero


  
Termina de capturas las facturas antes de irte 

      me dice el jefe



I would prefer not to


IXCHEL MERCEDES GARCÍA. México D.F. 1986. Estudió Creación literaria en SOGEM. Ha participado en encuentro Moebius, poetas nacidos en los 80, y publicado en la revista blog Valderrama. Tiene el
blog http://merchelgarcia.blogspot.mx/  Vive con su gato y contrabajo.


ALEJANDRO BACA

Tratado del poeta hecatónquiro o por qué no se deben escribir poemas a la orilla de las servilletas

El diecisiete de agosto del primer cuarto de siglo
del tercer milenio; que ya había empezado a marchar
sin que alguien hubiese tenido la precaución de tender
los pergaminos al sol para que diera comienzo la historia;
que si bien, nadie estaba seguro si se debía continuar la cuenta
de atrás hacia adelante o de adelante hacia atrás,
un pájaro se posó a la orilla de la ventana.


I

Un pájaro,
sin más preocupación que la de volar
de tanto en tanto,    de cornisa en cornisa,                   de fuente en fuente,
tomó la decisión de posarse a la orilla de una ventana
[que a ciencia cierta tendría la función de no permitir
que la lluvia,            el viento        y/o       los pájaros
entraran en aquel recinto]
donde los poetas se encargaban de discutir
que era o no era ser poeta o no poeta,
o poeta positivo / positivista o negativista / todas las anteriores;
lo que ya no importaba porque el pájaro,
[cuya existencia estaba negada en aquel sitio]
ya se encontraba ahí y prestaba más atención que yo.


II

Un pájaro,
cuyo único parlamento era un conducto de nardos y dientes de león
que aprovecharon el despiste del mundo
y su gravidez
para escaparse
y formar con el viento
y las mareas
un lenguaje que no cabe ser nombrado sino comprendido,
y cuya federación se constituye
por la aglomeración de partículas de hidrógeno, oxígeno y la vibración estratosférica,
se posó en la sala transgrediendo su naturaleza
y con el peligro de ser nombrado para perder así su nombre.

III

Fue así que un pájaro,
sin más preocupación que la de volar de tanto en tanto
se convirtió
[al traspasar las barreras ontológicas de lo que significa ser una ventana]
en no un pájaro,
sino en un poema
que si bien no es un poema
fue escrito a la orilla de una servilleta
mientras los poetas discutían
sobre si la poesía debía escribirse en hoja de laurel o de lirio;
sin embargo, si se hubiesen cuestionado no sobre el pájaro
sino sobre el poema en la servilleta
habrían asentido con la seguridad
de que un poema
es más poema
si es escrito a la orilla de una servilleta.

IV

Y fue por eso que el pájaro,
que siempre se había valido no sólo del color de sus plumas
sino de la facultad que ellas le otorgaban,
se alejó cabizbajo.
Pues él,
que nunca estuvo seguro si en su vuelo,
en su breve andar o en su manera de meditar
en medio del caos de la ciudad,
era poesía,
siempre tuvo la seguridad de ser un pájaro.


El eco

Dicen que el eco es la repetición de un sonido que es reflejado por un cuerpo duro, que es un fenómeno acústico, puras vibraciones sonoras. Yo pienso que no es así. Lo sé, porque cuando salgo por la mañana de casa, en ocasiones tengo miedo de no saber volver, de perderme en un camino que, siempre incierto, se muestra tornadizo y variable. Temo tomar un camino equivocado y que al volver la cara el paisaje se haya transformado en laberintos retóricos. No me extrañaría que mis palabras tuvieran miedo y regresaran para preguntarme si lo que he dicho es correcto o si acaso quiero elegir otra palabra para decir lo que pienso. Entonces yo les digo que no, que sus primos se parecen pero que sólo hay una palabra para cada cosa. Entonces, ellas, alegan que de haber nacido alemanas o japonesas o chinas las cosas no serían de esa manera.
[Todo un lío]
De cualquier manera no pienso que el eco sea un fenómeno físico, como presumen tanto. Yo creo que el eco es tan sólo el miedo de no saber volver a casa.


Confusas confusiones

En el verano de 1212 bajo la cruz de bronce y con un hilo pendiendo del cuello, Jean Delacroix desembarcó sobre las áridas tierras del sur de Europa para levantar un campamento de entre sus muertos mientras los caballos de Cartagena relinchaban nerviosos ante un mar que nunca se terminaría de abrir.

Repito

En el verano de 1212 un regimiento conformado por niños y algún general tuerto (por derramar más lágrimas del ojo izquierdo que del derecho del cual debió haber derramado sino más, por lo menos las mismas) afilaba las uñas de sus manos como quien afila una espada antes de la batalla, mientras en las áridas tierras de oriente una guerra era librada más bien dentro de la cabeza de Europa.

Repito

Durante el verano de 1212, con la piel cubierta de malla, de cota, de escamas y un caracol de mar pendiendo del cuello el general de las fuerzas invasoras (mejor dicho, liberadoras de oriente medio ordenó) mejor dicho, rogó a 20,000 niños que, con sus manos suaves incapaces de sostener una espada, oraran frente a un mar que nunca terminó de abrirse.

Repito

Durante el otoño de 1212, bajo la luna de metal templado y un verso perfectamente medido entre sus labios, 20,000 niños sembraron en las arenas del sur de Europa, también sur de Italia, un par de menudos fiambres-rodillas con la esperanza que el verso de medida estructura, medida tesitura y mediano corte partiera las aguas de un mar que nunca terminaría de abrirse.

Repito

Durante el otoño de 1212, Jean Delacroix, dos veces tuerto, azotó su báculo, que más bien fue una espada apostillada de tanto ganar batallas, que si bien no fueron en el desierto se desenvolvieron con fe a los pies de algún rey que ordenó a los niños de su feudo a que lucharan en una guerra que nadie estaba seguro quién había comenzado, pero que todos tenían la intención de terminar de una vez por todas.

Repito

Durante el otoño de 1212, con los dedos llagados de tanto morder sus extremos a expensas de una fría ventisca que nunca vino de oriente aquel Dios purificador, expiativo y compasivo (que tan poco se parecía al mismo que tenía la capacidad no sólo de abrir los mares sino de exterminar a todos los que se enfrentaran a cualquiera de las vocales de su nombre) nunca exigió una guerra pues estaba tan satisfecho que fue confundido con ese Dios purificador, expiativo y compasivo que nunca se presentó.

Repito

Durante el invierno de 1212, con más esperanza en los ojos que experiencia en las manos, un regimiento conformado por niños pondría su corazón dentro de un caracol de mar. Caracol que pendía del cuello de Jean Delacroix, que a su vez pendía de la palabra de un Dios muy parecido a ese otro Dios que sí es Dios pero que a su vez no era el mismo Dios que decían que era; y así, y así, en forma de un caracol de mar donde los niños, postrados al suelo, y por ende al cielo, depositaron toda la fuerza de su corazón.

Repito

Durante el invierno de 1212, sobre el torso más liviano de Europa,  se dibujaba un trayecto que siempre terminaba en la costa.

Repito

Durante el invierno de 1212 con las rodillas raspadas, pero ya no sé si a causa de orar, y los dientes, aún bajo la almohada; la heredad tomó la forma de un arco que sin flechas y sin la fuerza de un brazo experimentado nunca sería capaz de cruzar el mar mediterráneo para ganar una batalla que para los reyes Europeos ya se estaba librando (si por librar se refieren a libar y librar no es de libra sino del sustantivo adjetivado liberar.)

Repito

Durante el invierno de 1212, en la Europa oscura, un regimiento conformado por niños con más ilusiones que alusiones se hincó a orillas del mar con la esperanza que ese Dios todopoderoso se presentara en forma de báculo y abriera los mares y así pudieran liberar la tierra santa, que si bien no es santa, tampoco quería ser liberada. Y así, el pobre Jean Delacroix, quien se quedó tuerto por llorar más del ojo izquierdo que del derecho, pudo cumplir su promesa y no tuvo que verse en la penosa necesidad de vender a los niños a cambio de algunas monedas de oro por cabeza y un jugoso marrano, el cual degustó alegremente en la primavera de 1213.



Alejandro Baca (Estado de México, 1990). Ensayista, crítico y poeta. Editor en Cuadrivio Ediciones. Forma parte del consejo editorial de la revista Ritmo de UNAM y del consejo editorial de Proyecto Almendra de INFOCAB. Ha publicado poesía y crítica literario en periódicos y revistas como Círculo de poesía, Punto en línea, Periódico de poesía, Revista Ritmo, Suplemento cultural Laberinto, El Avispero, Revista Moria, entre otras. Ha sido publicado en las antologías de poesía nacionales e internacionales. Publicó el poemario “Apertura del cielo” en editorial Naveluz.

Colaboración: José Antonio Íñiguez 


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