Conversaciones de cama
Nadie te había tocado de esa manera. Lo sé.
Y no hablo del cuerpo
el sexo solo fue el puente,
para llegar a tus lágrimas.
El truco para sembrar
la duda a lo desconocido. ¿Recuerdas los versos que te leí? Sé que te hicieron temblar
que entre el miedo y la curiosidad pensaste que habías conocido a Dios al que tanto le preguntabas,
pero nunca te respondía.
Cosas que pasan en el transporte público
No tendrás mucho tiempo
si acaso una sonrisa
para encontrarte con un amor pasajero. Mirarás labios que gritan en silencio
el deseo que anida en el cuerpo
verás como se muerde los labios
ahogando las palabras,
cómo los moja con su lengua
en señal de añoranza.
El Transmilenio sobrepasa su cupo
de pronto unas manos comienzan a rozarse con timidez,
un gesto disimulado
una parada
un hasta luego
un desconocido se hace necesidad.
Cosas de casa
En casa solo se hablaba
de que los hombres podían amar a las mujeres y las mujeres a los hombres.
¿Y qué podía hacer yo entonces?
Si en los pasillos del colegio
sólo rondaba ese aroma a sudor
que queda luego de un partido de fútbol
y el ruido de una estampida de hombres dándose golpes a la hora del descanso
para demostrar quién era el más fuerte.
¿Qué podía hacer yo?
Si nunca me gustó correr tras un balón. Prefería contemplar
las piernas velludas y gruesas
que las pantalonetas del uniforme
dejaban admirar.
Mi voz era gruesa
pero mi voluntad muy delgada
debía sentirme
“macho" entre "machos".
La hombría no se mide
por cuántas mujeres besas
o haces tus novias,
para presentar en estas familiares.
La verdadera hombría es mostrarte sereno frente al temblor que surge
cuando estás cerca a otro igual a ti
y su rudeza despierta tu líbido.
Hombría es saber contenerte para no decir: “hola mi vida”
y conformarte con un:
“hola parce”
o decirle marica al que se arriesga, cuando el marica eres tú mostrarte tan heteronormativo en un entorno tan homoafectivo. Hombría
fue permanecer erguido
frente a la inquisición de un padre
que miraba a su hijo macho
mientras él miraba a los machos,
como sus hombres.
Esos que se acarician
se besan
se sienten
los que hablan de amor,
ese mismo amor que guarda el libro sacro que se enseña en casa.
¿Qué sentido tiene que una energía llamada masculina, te ame por haberte creado, y tú no puedas amar su creación?
Temblor de adolescencia
Sabor a fruta fresca
bálsamo de pino en los vellos.
Besar los lunares en su abdomen
beber de sus labios la angustia
sentir un relámpago que atraviesa cada jadeo, estallando en su erguida bandera de la libertad.
Sacudir el polvo a los recuerdos
Basta cerrar los ojos
para hacerle juego al recuerdo.
Entre la niebla emergen los fantasmas
de quiénes partieron en busca de otros futuros. El olvido
se vuelve ese lugar incierto
viaje de difícil retorno
delgada línea,
que despide la juventud.
Cercana certeza de encontrarnos
con el desamparo de los años
boxers por el suelo
perfumes masculinos
impregnados en la piel.
Los sueños nos develan añoranzas.
Algo no se escucha en el cuarto de al lado
Dios, te escribo para recordarte que antes de ti y tu hijo,
otros ya sabían lo que era amarse los unos a los otros.
Sin cadenas
salmos
ni alabanzas.
Se juraron amor
tenían sexo en las noches.
Dime, ¿por qué no respetas mi intimidad? ¿Por qué te quedas viendo como mi carne,
se rasga entre placer y dolor?
¿Qué dirían tus seguidores si supieran
que cuando me deleito entre gemidos
haces que llueva con tanta fuerza
que mi padre no alcanza a escuchar,
las plegarias que lanzo a un hombre y no a ti? Hombre de quién si aprendí
sobre la revolución altruista
de la que tanto hablas.
En el recuerdo se fecundan las falanges
Aquella noche decidió devolver el tiempo llevaba días pensando en lo que había pasado de unas buenas noches y un abrazo,
a la estrechez de la cama
y el alcohol etílico calentando los cuerpos semidesnudos.
Las luces apagadas
las manos resbalando entre las cobijas
sus falos atentos como faros
dando la vía al barco que cargaba sus deseos. Abre los ojos
las sábanas aún huelen a sexo
la virilidad de los años se muestra
en señal de añoranza.
Una mano lo acaricia indulgente
el volcán estalla irrumpiendo en la noche semen fecundando falanges
un hombre es poseído por un fantasma un cuerpo muere
y resucita en el recuerdo.
Nikolay Rodríguez. Bogotá, mayo de 1993. Estudiante de Creación Literaria de la Universidad Central y de la Escuela de Literatura de Funza; cursó los talleres locales de Escrituras Creativas del año 2018-2019 en Bogotá dictados por IDARTES y Promoción de Lectura Fundalectura en 2019. Textos suyos han sido publicados en Veinte Voces Emergentes en 2023 (antología de poesía) y en Cartografías del silencio 2022 (antología de poesía de la Escuela de Literatura de Funza) Es cofundador del colectivo literario Quimera Azul. Capoeirista desde el 2006, actualmente es coordinador de la sede en Colombia del Centro Cultural Axe Dende Capoeira, bajo la supervisión de su maestro que vive en Paracatu-minas Gerais- Brasil. El fuego que somos es su primer poemario publicado con la editorial Piedra de Toque año 2023. Le gusta leer a Molano para salvarse del hastío, le grita a sus silencios y le da voz a quienes no tuvieron, en sus poemas transita las calles, las escuelas, atrapa las miradas y eso que no se dice pero se siente cuando el miedo surge, dialoga con esos que fue como un mecanismo contra el olvido.
Colaboradora: Luisa Villa Meriño